El templo del poema

[FRAGMENTO. Artículo completo en las páginas 107 a 112 de Hablar de Poesía n° 44]

 

EL TEMPLO DEL POEMA

Alejandro Méndez[1]

 

La palabra contemplar viene del latín contemplari (mirar atentamente un espacio delimitado), compuesto con la preposición cum (compañía o acción conjunta) y templum (templo, lugar sagrado para ver el cielo). El templum era un lugar donde los augures habían mirado el vuelo de los pájaros, durante los augurios, para determinar la consagración del lugar religioso. Se debía hacer una consulta a los dioses a ver si la elección era correcta. Esto conllevaba tomar auspicios (observación de las aves) y a veces también practicar la haruspicina (observación de las entrañas de un animal sacrificado).

            Justamente en la haruspicina quisiera detenerme y presentarles un poema de Ana Cristina Cesar, al que siempre vuelvo como si fuera un templo. Ustedes se preguntarán qué relación puede haber entre estas dos cosas. Intentaré explicarlo a lo largo de este texto.

            En primer lugar, vayamos al poema[2] :

 

 MIRO MUCHO TIEMPO EL CUERPO DE UN POEMA…

          miro mucho tiempo el cuerpo de un poema
          hasta perder de vista lo que no sea cuerpo
          y sentir separado entre los dientes
          un hilo de sangre en las encías

 

OLHO MUITO TEMPO O CORPO DE UM POEMA…

olho muito tempo o corpo de um poema
até perder de vista o que não seja corpo
e sentir separado dentre os dentes
um filete de sangue
nas gengivas

 

(…)

 

 [FRAGMENTO. Artículo completo en las páginas 107 a 112 de Hablar de Poesía n° 44]

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Alejandro Méndez nació en Buenos Aires en 1965. Publicó los libros Variaciones Goldberg (2003), Medley (2003). Tsunami (2005). Chicos índigo (2007). Cosmorama (2013), Pólder (2014). Tradujo a Francis Ponge: El Asparagus (1993). Coordinó el espacio web “Las selecciones afectivas”. Enseña en la UNA.>>
  2. Traducción de Teresa Arijón y Sandra Almeida>>