«El hermoso verano / no ha terminado aún…»

[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 169 a 172 de Hablar de Poesía n° 40]

 

Selva Almada[1]

 

Debo mudarme, dejar mi casa un tiempo para hacer unas reformas. Serán varios meses, seguramente todo el verano, quizá comienzos del otoño. Vamos a vivir en un departamento minúsculo y mientras embalo mi biblioteca pienso qué libros dejar afuera de las cajas. Por supuesto los que fui comprando o me regalaron los últimos meses y todavía no pude leer. Por supuesto El hada que no invitaron, de Estela Figueroa. Si solo pudiera salvar un libro de un incendio sería ese. Y una mudanza no es un incendio aunque me gustaría que lo fuera. Simplemente agarrar el libro de Figueroa, prender un fósforo, salir y cerrar la puerta.

 

PRINCIPIOS DE FEBRERO

No.
El hermoso verano
no ha terminado aún.
Nos queda un mes para estarse en los patios
y descalzarnos

mientras charlamos
de esto y aquello
sin ton ni son.
Todavía habrá hombres de brazos tostados
en las calles
de la ciudad envuelta por la noche
brotada toda
como un lazo de amor.

No.
No me sostengas que no voy a caerme.
Sólo se caen las estrellas fugaces
y yo —te dije—
quiero permanecer.

Un hombre es bueno para una noche.
Cuando amanece es un reflejo dorado
sobre la cama donde se toma café.
Y es agradable el olor que deja.
Dura todo un día.
Pero no toda la vida.

Luego hay que descansar.
El libro de Kavafis y el de Pavese
sobre la mesa de luz.
Hay que aminorar la marcha.
Sentarse un rato a solas
en el sillón del patio.
Mujeres: tendríamos
que aprender de los gatos.
¡Cómo agradecen el tazón
que rebosa de leche!

Falta para el otoño.
Que nos encuentre intactas.
Sin habernos negado
a estas pasiones
que cada tanto
asaltan.

 

Estela Figueroa es mi religión. Decir que es una poeta que me encanta no es suficiente. También me encantan otras. Pero el encantamiento que su poesía ejerce sobre mí es profundo, devocional. Principios de febrero, por ejemplo. ¿Quién empieza un poema con un verso así? “No.” Cuando lo leo en voz alta sale de mi boca como un golpe de puño sobre la mesa. Después la voz desciende sola, suave, agradecida, para decir: “el hermoso verano / no ha terminado aún”.

 

[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 169 a 172 de Hablar de Poesía n° 40]

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Selva Almada nació en Entre Ríos en 1973. Es narradora. Publicó, entre otros libros, El viento que arrasa (2012), Ladrilleros (2013), El desapego es una manera de querernos (2015) y El mono en el remolino: Notas del Rodaje de Zama de Lucrecia Martel (2017).>>