La estación sombría
Liliana Ponce [1]
Líneas en la mano de Venus (Fragmento)
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Ocupo el cuarto y el espacio
absorbe, como camaleón,
nuestras rarezas.
Dormías cerca de mí,
y tu sueño, quién sabe,
se deslizaba al murmullo
–afuera no había paisaje,
pero yo empujaba el aire,
lo hacía sutil,
para que se disolviera al amanecer.
#
las bellas observaciones
que corren como lágrimas o sudor
no parecerán otro objeto
sino una sombra parpadeante
subyace un sabor indefinible,
o no tiene sabor
–tu labio se confunde sobre mi lengua
me separo de tu cuerpo
pero no quiero despedirme de tu voz,
me separo caminando sobre el agua
y el agua empieza a sostenerme
como camino de laja, como sal
no puedo acomodarme a tu piel–
la cavidad de las sílabas
entra en el espacio de la tierra desierta,
escucho y respiro su aspereza, su tibia aspereza
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duermo a tu lado
pero me pienso ausente
–calma imperceptible
puse un velo marino,
un pliegue de caracola
para acostumbrar la respiración
a tus párpados
desciende entonces el tiempo oscuro,
deshecho, horas en el gran diamante
y en ese silencio poroso
vuelvo a lo húmedo,
disuelvo la idea de lo absoluto
para parecerme más a tu forma
vuelvo a lo húmedo
sin imágenes, sin sueños
–mi boca exhala la larva,
se abre despaciosamente
En Revista tsé-tsé, nº 5, Buenos Aires, 2000
La estación sombría
1
Escribir es hoy un vacío – está en la forma
o el pasaje, en un trozo sin pertenencia:
máxima intensidad, duración.
¿Estará aquí el oscuro tópico, la sombra
toda veladura, armando y quitando
las telas sin expresión de una nube?
Reprobación del maestro –
descorre la ventana, se suceden los días.
Escribir es hoy un vacío.
Por elección, no buscaré más que la tradición de la mano
consagrada a la cera, la gradual decadencia.
El pasaje fantasmal y el punto neutro estallan con horror
– inexistencia de un estilo.
Ya no yo, ni antes –.
Escribir es hoy un vacío, ocre, acre.
2
Quedaré en la arena real,
la forma tangible de una piedra,
en la trasmutación del azar hecha con el aliento.
Con palabras alimento la creación del tiempo
–otro puede escribir, otro puede hablar.
Movimientos líquidos transitados por la médula
de un cuerpo falso.
El vidrio absorbe el cielo.
Quedaré en la arena, en el polvo de la piedra
–en lo oscuro de la aridez los borro.
Tranquilízame con la pasividad.
Tranquilízame porque no existo.
De Teoría de la voz y el sueño, ed. tsé-tsé, Buenos Aires, 2001
Poema
otoño –luz de acero
en la línea del horizonte
el árbol se repite
–mudra de ramas
silencio y sol
agujas de pino
verde perenne
al pulso de los frutos
vuelve el ojo
En Revista Canecalón, nº 4, Buenos Aires, 2006
La urraca
Deja los puños cerrados, la mano tensa
y quedan dentro los confites.
En el armario se arrinconan
los pedacitos de cosas frías, ya olvidadas,
y al dormir, sabe que también ellas están durmiendo
boca arriba, sin la esperanza de otra vida
fuera de las puertas.
Mi tesoro es guardar tesoros
que sólo yo entiendo –piensa.
Y las hojas y cajas beben en el volcán
la ceniza del tiempo
–pinzas, estatuillas, etiquetas–,
para que el rey cocodrilo llore o escupa.
Soy la urraca –dice–.
Busco cuidar lo que huye,
ese temblor, esa imagen,
lo fugaz y lo invisible.
Inédito, 2007
Boomerang Naturae
Ahora que el desierto avanza,
la sequía avanza,
empezaste a recordar el lugar
en que el hilo ovillado
tiene la punta
–la sed impetuosa confía en su fin.
En los escombros de los terrones desgranados
lo exuberante es un sueño de afrenta:
talada está la selva para que crezca
necesidad de opulencia
y los otros sean otros
siempre tenaces para atravesar
el destino con sus dientes.
En, Poesía Manuscrita, Vol. 2, Buenos Aires, 2009
- Liliana Ponce nació en Buenos Aires (1950). Publicó: Trama continua (1976), Composición (1984), Teoría de la voz y el sueño (2001) y Fudekara (2008).>>