Sandro Penna: El viajero insomne

Nota y versiones de Edgardo Dobry

El viajero insomne (1977) fue la última obra publicada en vida por Sandro Penna (Peruggia, 19o6-Roma, 1977). La historia textual de esta plaquette es un indicio del peculiar personaje que este gran poeta representó. Penna ejercía una extravagante mezcla de oficios —contador, traductor, marchante de cuadros de poca monta—, y vivía siempre al borde de la indigencia. Una indigencia aristocrática: Cesare Garboli, su editor y albacea, cuenta que a principios de los años setenta —en la época en que estos poemas fueron escritos— Penna vivía en la mayor pobreza, pero no se privaba de pagar un chofer que todas las tardes lo llevaba a respirar la brisa del sudoeste a un preciso punto de la periferia romana, entre la vía Aurelia y la ruta a Fiumicino. Un grupo de escritores, entre los que se encontraban Garboli y Natalia Guinzburg, organizó una colecta, a la que adhirió el diario Il Messaggero, para paliar sus necesidades más urgentes. El episodio forma parte de la monumental agitación ideológica de los años setenta: un grupo de intelectuales de izquierda acusaron a los promotores de la iniciativa de humillar a Penna haciéndolo objeto de caridad pública, cuando se trataba en realidad de «discutir las relaciones entre la creación artística y el poder político y económico».

Penna fue reconocido como uno de los grandes poetas italianos del siglo XX a partir de 1957, gracias a Poesie, libro en que la editorial Garzanti recogió toda su obra publicada hasta entonces, y que ganó el célebre premio Viareggio. Eso no modificó su excentricidad con respecto al medio literario y editorial, y su tendencia a dispersar sus poemas en revistas y plaquettes; pasaron casi veinte años hasta la aparición de su siguiente libro, Stranezze (1976). De los catorce poemas de El viajero insomne, diez pertenecían en principio a aquel poemario, pero Penna los apartó al ofrecerle a un editor genovés la publicación de un libro con algunos poemas suyos e ilustraciones del artista Giacomo Manzù. En esa decisión convergían la relación particular que tenía Penna con sus manuscritos y, nuevamente, la necesidad de dinero: como la edición genovesa sería de lujo, para suscriptores, el poeta recibiría por esos catorce breves poemas una interesante paga. Pero la «edición Manzù» nunca se concretó, y aquellos diez poemas, junto con otros cuatro inéditos, pasaron a formar la plaquette Il viaggiatore insonne. Penna trataba a sus manuscritos como si fueran cuadros, piezas únicas e irreproducibles, y del todo independientes entre sí: siempre mostró gran resistencia a desprenderse de ellos, y no lo hacía sin auténtico duelo. Un ejemplo: creía que «Desembarco en Ancona» -uno de los poemas de El viajero insomne- era una de su mejores páginas, y por eso mismo no se decidió a cederla al librito hasta último momento y con grandes lamentaciones.

La crítica se tomó demasiado en serio la resistencia de Penna a ejercer como poeta profesional. Aunque nadie discutía la altura de su talento, se lo trataba con condescendencia, un poco como al Aduanero Rousseau dentro del impresionismo: otorgándole el lugar del autodidacta intuitivo y tosco, ganado por un homoerotismo pintoresco, sin un sustento ético ni metafísico, del todo despojado de metadiscurso. Anceschi lo ubica «más acá, nunca más allá, de toda inquietud moral y de toda reflexión sentimental»; De Michelis habla de «espontaneidad ingenua»; Caretti se refiere a la «simplificación exacta y graciosa» operada por Penna sobre la lengua; Umbro Apollonio, notorio crítico marxista, define su poesía como «un candido prodigio». Todo lo cual causó la seria indignación de Pier Paolo Pasolini, para quien Penna era una figura central en la literatura italiana del siglo XX. Para poner las cosas en su lugar, Pasolini elaboró la teoría de un Penna «místico», en el que hay elementos «talismánicos», resistentes al análisis. Por eso se lo suele ubicar como un crepuscular tardío: no es casualidad que el último poema de El viajero insomne -es decir, su última página publicada en vida- vaya dedicada a Montale, diez años mayor que él, a quien consideraba su maestro. Pero, en la argumentación de Pasolini, Penna trabaja sobre una tesitura en la que todo es «excesivo»: la belleza, la evidencia, la felicidad, la búsqueda de completud. Hay allí un erotismo encerrado en un círculo obsesivo y una dialéctica permanente entre la angustia y la euforia: en esto reside su «extraña alegría de vivir» —título de otra de sus bellísimas plaquettes— o, en términos de Pasolini, su «neurosis». Un misticismo que irradia también hacia su posición solitaria y excéntrica, como aquel que rehuye el dogma (la institución) y el sentimiento de culpa (el código moral de la Italia católica o de la Italia militante).

La poesía de Penna se erige en una convergencia verdaderamente peculiar: la precisa tradición grecolatina del epigrama erótico, con una serie de fulguraciones del carpe diem —son poemas que suceden en una suerte de presente perpetuo— se entreteje con esa tendencia al silencio y a la extrema condensación que guía una de las vetas más perdurables de la poesía del siglo XX: en un registro distinto, Ungaretti es un célebre representante de esta línea. Tan lejos de la tentación barroca como del coloquialismo, la lengua de Penna prefiere esa deliberada pobreza de medios que Brodsky festejaba en Kavafis; en la adjetivación de El viajero insomne las sandías son «rojas»; la terraza, «alta». Pobreza de medios y condensación extrema: en esa conjunción se cuaja la opacidad sustancial que envuelve sus poemas, más como un cegador destello que como un defecto de luz. Un erotismo obsesivo, nada sensual, que contamina todo el paisaje y disuelve toda subjetividad: por eso, a diferencia de Kavafis, a quien puede recordar por momentos, no hay melancolía por la pérdida de una belleza pasada, sino sufrimiento -y euforia- por la tensión de ese presente perpetuo que no se resuelve. Y cruzando por todo ello hay una música de canción popular, que acentúa la nostalgia por una pureza sin inocencia que está siempre en otra parte, y cuya búsqueda es un camino de necesaria soledad. Una música en la que, también, puede resonar la ironía, como en el poema que empieza «Cuando la esbelta lechera…»

Estamos tan cerca de las miradas de reojo de Baudelaire como de los patéticos aspavientos de las criaturas de Samuel Beckett. Con su pobreza, con su erotismo sin sensualidad, con sus deslumbrantes contrastes de luz, Penna es un flâneur al que la masa atrae y espanta, como en el último poema de El viajero insomne-, el que no se integra entre la multitud que sale de la cancha, pero no con desdén ni superioridad, al contrario: con la angustia de no poder ser alguien, otro, uno. Así se va disolviendo en nada, en nadie, en un resto de conciencia que, sin embargo, encuentra «injusto» el tener que morir. El poema, precisamente, es el documento de esa resistencia -y de su pobre, gloriosa victoria.

 

AL PRIMER GRILLO, cuando el aire todavía
es todo luz, yo reniego de la larga,
áspera lista de los encuentros nocturnos.

Al primo grillo, quando l´aria ancora /è tutta luce, io rinnego il lungo /arido elenco dei ritrovi a sera.

 

Desembarco en Ancona

Desde la nube de polvo de carbón
me saluda una sonrisa blanca.
Pero el ángel de madera de la barca
mira los urinarios tristes y olorosos
improvisados en los rincones -rivales
o amigos caros a las sandias rojas.

Amigos míos, urinarios… Pero yo
¿no anhelo acaso el monte donde encuentro
—lejos del mar y del olor perverso—
al adolescente perfumado de higos?


Dalla nube di polvere di carbone / mi saluta un sorriso tutto bianco. / Ma l’angelo di legno della barca /guarda gli orinatoi tristi e odorosi / improvvisati agli angoli – rivali i o amici cari ai cowincri rossi. // Amici miei gli orinatoi… Ma io / non tendo forse al monte dove trovo / – lontano il mare e l’odore perverso — / l’adolescente odoroso di fichi?

 

 

CUANDO LA ESTRELLA LECHERA descendió
sintió crecer el césped en la era
el mozo soñoliento. Sobre la cima,
abierta como rosa matutina,
pero como un rocío más caliente,
la leche le quedó, no la lechera.

 

Quando discese la svelta lattaia / un cespo sentì crescere nell’aia / l’assonnato garzone, e in sulla cima, / aperta come rosa mattutina, / ma quale una rugiada assai piú calda, / il latte a lui restó, non la lattaia.
 

 


INMÓVIL Y PERDIDO, lentamente
agitaba la mano entre las sombras.
 

Immobile e perduto, lentamente /anima va nel buidla mano.

 

EL VIAJERO INSOMNE
cuando el tren se detiene
un instante a la espera
de retomar el aliento
el suspiro siente
de aquel oscuro pueblo
en un acorde breve…

 

Il viaggiatore insonne / se il treno si è formato / un attimo in attesa / di riprendere il fiato /ha sentito il sospiro /di quel buio paese / in un accordo breve…

 

 

CAMINABA ALEGRE entre las casas
pensando ya en la primavera.
Cuando de golpe un negro enorme
se me apareció. Era de noche.

Al día siguiente en aquel negro
pensaba entre el oro
de la mañana; oh qué pensamiento
loco entró en el corazón: un coro

de soldados, apretado
contra las casas de la noche:
¿era la dulce esquela
que anunció la primavera?


Fra le case andavo allegro /già pensando a primavera. / Ouando a un tratto un grande negro / mi a pari. Era la sera. // L ‘indomani che a quel nero / ripensavo in mezzo all’oro / del mattino; oh che pensiero / folle entrò nel cuore: un coro // di soldati. tutto stretto / fra le case della sera. / fu il dolcissimo biglietto / che annuncio la primavera?

 

 

CUANDO EL VERANO AFLOJA, la luna
vuelve tierno el cielo, más que tierno.
Al negro tupido follaje de los árboles
da su ternura.

 

Se l’estate cede, la luna / fa tenero il cielo, tenerissimo. /Al nero fitto fogliame degli alberi / concede tenerezza.

 

PESA SOBRE LA CIUDAD, pleno, el verano.
En el huerto de una casa hay un muchacho
feo, que mira alucinado su
sexo erguido. Después suspira y toma
de nuevo a su poeta. Y cae la tarde.

 

Grava, sulla città. colma l’estate. / Nell’orto di una villa c’è un ragazzo / brutto, che guarda trasognato il suo / sesso innalzato. Indi sospira e prende / di nuovo un suo poeta. E 1’ora scende.

 


ÉRAMOS TAN AMIGOS que un secreto
de uno era del otro. Pero uno había
del que nunca habló él consigo mismo.

 

Tanto amici eravamo che un segreto / delluno era dell’altro. Duno solo / egli non ne parló mai con se stesso.

 

 

CUANTO MÁS ME SENTÍA a ti ligado
la Naturaleza adoraba
como desde una cárcel.

(Serena leía un libro y después miraba el mar
largamente la miss desde su terraza alta.)

Cuando ya no estuviste el mar o el cielo
eran falsos a mediodía, y supe
que era mi cárcel la libertad.

 

Quanto più mi sentivo a te legato / la Natura adoravo / como da una prigione. // (Calma leggeva un libro e poi guardava il mare / lungamente la miss dall’alto suo terrazzo.) // Ma quando poi mancasti il cielo o il mare / erano falsi a mezzogiorno, e seppi / che mia prigione era la liberta.

 


¿QUEDA BELLEZA en el mundo todavía?
Oh, nada entiendo yo de sutilezas.
En la estación cargó de ebriedad
con la mirada el joven a sus lejanas playas.


Esiste ancora al mondo la bellezza?/ Oh non intendo i lineamenti fini. /Ma alla stazione carico di ebbrezza / il giovane con gli occhi ai suoi lontani lidi.

 

 

LAS NOCHES VACÍAS, llenas de tambores
que de golpe pasan. Y la luna
templa cada vagido en el silencio.
 

Le notti vuote, piene di tamburi /che passano d’un tratto. Ma la luna / accorda ogni vagito nel silencio.


 

                                                                    A Renzo Vespignani

 

SUBÍAN LENTAS las noches
y el mundo de dicha se llenaba.
Mi juventud era la leve
leve alegría repentina del soldado. 

Vino después la guerra o, en la vida,
ya no subieron lentas las noches.
Polvorientos los atardeceres. Infinito
aburrimiento denso de las primaveras.

  
Salivano lente le sere / e il mondo restaba beato. / La giovinezza mia era la lieve / lieve gioia imprevista di soldato // Venne la guerra poi o, nella vita, /non salirono più lente le sere. / Polverosi i tramonti. Ed infinita / la noia fitta delle primavere. 

 

 

                                                                     A Eugenio Montale
 

EL DOMINGO hacia el atardecer camino
en dirección opuesta de la masa
que alegre y ágil sale de la cancha.
No miro a nadie y miro a todos.
Cada tanto recojo una sonrisa.
Más raramente un festivo adiós.

Ya no me acuerdo de quién soy.
Sin embargo morir me desagrada.
Morir me parece muy injusto.
Incluso si ya no me acuerdo de quién soy.

  

La festa verso l’imbrunire vado / in direzione opposta della folla / che allegra e svelta sorte dallo stadio. / Io non guardo nessuno e guardo tutti. / Un sorriso raccolgo ogni tanto. / Più raramente un festoso saluto. // Ed io non mi ricordo più chi sono. / Allora di morire mi dispiace. / Di morire mi pare troppo ingiusto /Anche se non ricordo più chi sono.