Un centro al que volvemos
[Fragmento. Más poemas en las páginas75 a 78 de Hablar de Poesía n° 49]
Violeta Kerszberg
ESTO ES UN TEMPLO, ESTO ES EL FUEGO
Todo eso son cuerpos despedazados,
dice el guía del museo. Sus anteojos se empañan no sé por qué.
Cuando una cabeza rueda suelta por el piso
nada la detiene, abran paso.
Nos corremos para que pase la cabeza.
En el negocio de souvenirs las venas estaban en promoción.
Los hilos que no son seda siempre fueron baratos,
escucho a una anciana decir.
En el templo budista de Hang Zhou un monje vegetariano y pelado
estaba incendiando una maqueta de su templo en miniatura.
Le pregunté de qué guerra se trataba. No me entendió,
pero me respondió: estoy meditando.
Otra vez el guía y sus anteojos empañados, me dice: entra a mi negocio.
Entro. Entro como entré al templo. Como entré al museo: sin creer.
Hábil vendedor, predica:
-Estas de acá están en promoción. Son guerras ya resueltas, lo sé.
Pero siguen conmoviendo.
Yo solo quiero saber por qué sus anteojos empañados.
-Mira esta otra, inédita. Cara, como todo lo importado de atrás. Sin uso.
Me acerco a la guerra. No tiene forma, pero se entiende.
Me acerco más. Es púrpura: pigmento difícil: sílice, cal, cobre, alcali.
No existen las pistas. Ni los templos.
Solo los museos.
-¿No va a comprar esta guerra?
Aprender a armar un monstruo es caro.
Mejor repetir y arrodillarse en esta parábola
que ya entendemos.
La compro sin querer, como quien cree sin querer como quien…
¡qué bella explosión! ¡inmensa e inmediata! ¡reluciente!
nuestra fogata
bailamos alrededor, empañados
para no ver
el centro al que volvemos.
[Fragmento. Más poemas en las páginas 31 a 34 de Hablar de Poesía n° 49]