La felicidad polifónica: música y justicia en el Paraíso dantesco

[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 7 a 16 de Hablar de Poesía n° 41]

 

LA FELICIDAD POLIFÓNICA: MÚSICA Y JUSTICIA EN EL PARAÍSO DANTESCO

por Claudia Fernández Speier[1]

 

1. Música en el camino de la salvación

Como advierte todo lector de la Comedia, la música es parte del reino de la salvación. Los alaridos, insultos e imprecaciones de los condenados, típicos sonidos del Infierno, son reemplazados por el canto apenas Dante vuelve a ver la luz.

Recién comenzado el Purgatorio, un episodio conmovedor advierte acerca de los complejos valores de la música en la vida humana. Las almas que acaban de llegar a la isla entonan un himno de libertad –el Salmo 113–, claramente justificado por su nueva condición, dulzura merecida y estímulo necesario para emprender la penitencia. Entre los espíritus que bajan a la playa está Casella, músico que, según nos dicen los comentadores antiguos de la Comedia, solía cantar poemas de Dante mismo. El peregrino le pide entonces que le cante una canción de amor, de aquellas que calmaban sus penas en el mundo, para aliviar las que trae del Infierno:

 

Y yo: “Si nueva ley no te ha quitado
la memoria de aquel canto de amor
que todos mis dolores aquietaba,

te ruego que con él algo consueles
al alma mía, que junto a su cuerpo
al venir hasta acá ha sufrido tanto.”
                                                 (Pg II, 106-111)

 

Casella empieza entonces a cantar Amor che ne la mente mi ragiona, poema que Dante había incluido en el Convivio, y todos quedan arrobados, olvidando el deber de purgarse. Todos: los espíritus recién llegados, Dante, el mismo Virgilio, maestro irreprochable. La escena placentera se interrumpe de golpe: Catón, el “guardián” del Purgatorio, recrimina duramente el reposo prematuro de quienes aun deben liberarse de la escoria para ver a Dios. Así, suspendido entre dos músicas, Dante emprende la ascensión detrás de su guía, y el lector intuye que el valor sacro del himno coral se opone al alivio autocomplaciente de un canto individual: tratándose además de un texto del propio Dante, era posible causa de vanidad, alivio sensual que en el mundo, en la voz del amigo, colmaba el deseo impidiendo una elevación superior.

Recién en el Paraíso, después del largo camino purgatorial escandido por cantos de aliento y penitencia, la música se ofrece como inefable goce al goce inefable de los salvados.

(…)

[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 7 a 16 de Hablar de Poesía n° 41]

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Claudia Fernández Speier es Doctora en Letras y especialista en Dante. Trabaja como docente en la Universidad de Buenos Aires, en el Instituto Superior Joaquín V. González y en el Instituto Italiano de Cultura, donde hace varios años dicta la Lectura Dantis en italiano. Se espera con gran expectativa su traducción de la Divina Comedia, que será publicada en breve por la editorial Colihue.>>