La canción de los ladrones
[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 169 a 180 de Hablar de Poesía n° 41]
EL CANTO DE LOS LADRONES
por Alejandro Crotto [1]
Si hubiera que decir cuáles han sido a lo largo de los últimos setecientos años los cantos preferidos por los lectores del Infierno, habría que nombrar el quinto, o sea el de Francesca, el vigésimo sexto, de Ulises, el trigésimo tercero, de Ugolino. Esos tres, sin falta. Y probablemente también el de Pier della Vigna, y el de Brunetto Latini, y el de Guido de Montefeltro. Si la pregunta fuera no ya por los lectores en general, sino por los poetas que leyeron el Infierno, estoy seguro de que encontraría su lugar en ese grupo el vigésimo quinto, el de las metamorfosis de los ladrones. Comentar por qué y compartir la traducción de ese canto es lo que se propone este artículo.
Recapitulemos: Dante y Virgilio están recorriendo las sucesivas fosas del octavo círculo y en la segunda mitad del canto XXIV llegan a la fosa séptima, la de los ladrones. Está repleta de serpientes de todo tipo, que atacan a los condenados. Allí Dante ve cómo una serpiente muerde a un ladrón en la nuca y este se enciende, se consume y cae al suelo hecho cenizas, y enseguida las cenizas vuelven a agruparse y se rehace, asustado y confundido, el pecador. En seguida sabremos quién es: un tal Vanni Fucci, que había robado de una iglesia en Pistoia unos ornamentos religiosos. Lleno de rabia por verse sorprendido allí por un compatriota, Fucci profetiza que las crecientes tensiones políticas de la Toscana se resolverán en perjuicio de los intereses de Dante. Para cerrar su oscura profecía le dice, como reafirmando su bronca: “Y te lo digo para que te duela”. Así termina el canto XXIV.
El canto XXV es una clase magistral de poesía; en particular, de cómo se le da en poesía cuerpo a las imágenes. El corazón de ese canto está entre los versos 49 al 135. Antes, ya en el canto anterior, para contar qué tan rápidamente Vanni Fucci se prendía fuego y quedaba hecho cenizas, Dante había dicho que era más rápido que lo que tarda en escribirse una O o una I. Siempre que en Dante aparece algo raro, un término de comparación un poco anómalo, una repetición, etc, hay que detenerse: suelen ser lugares privilegiados de creación de sentido. En este caso, nada casualmente, antes de describir la primera y más sencilla de las tres metamorfosis, Dante nos hace detenernos en el acto de escribir; y nada casualmente nombra dos letras de trazo rápido que forman la primera persona del singular en italiano. Es como si Dante abriera las metamorfosis de los ladrones subrayando el hecho de que el trazo rápido de dos simples letras puede crear nada menos que un yo.
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[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 169 a 180 de Hablar de Poesía n° 41]
- Alejandro Crotto nació en Buenos Aires en 1978. Publicó los libros de poemas Abejas (2009), Chesterton (2013), Once personas (2015) y Francisco-un monólogo dramático (2017). Este año publicará su traducción del Infierno.>>