Fuerza: los símiles de Homero
[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 7 a 35 de Hablar de Poesía n° 40]
FUERZA: LOS SÍMILES DE HOMERO
por Daniel Lipara[1]
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Encontré la respuesta en un ensayo de Simone Weil: “La Ilíada o el poema de la fuerza”. El verdadero héroe, el tema y el centro de la Ilíada es la fuerza –dice Weil–, la energía vital que empuja a los guerreros, a las olas y a las llamas que corren por el bosque. Cuando la fuerza está en un hombre, lo desborda de violencia y de coraje; quien no la tiene es víctima, cosa, cuerpo muerto. La fuerza transforma al yo e inclina la balanza de la guerra. No hay decisión, acción o emoción que no esté provocada por la presencia (o la ausencia) de esta energía: el cuerpo es un campo intervenido y ni siquiera Aquiles, el mejor de los aqueos, es el dueño de su famosa cólera. El impulso es el soplo de los dioses, y en los símiles, las fuerzas naturales, ya sean dioses (los ríos y los vientos) o enviadas por ellos (el fuego y los rayos). Visto así, el movimiento del poema es más claro: aqueos y troyanos van de un lado a otro, a veces vencedores, a veces vencidos. Un vaivén que transforma al guerrero en incendio, viento, inundación, bestia feroz, causa ciega de desastre; en animal aterrado, en árbol, en espigas, en las olas indecisas que aparecen al comienzo de esta introduccion. La fuerza, entonces, resulta ser el centro de los símiles homéricos.
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II
el ejército se mueve
como cuando un denso enjambre de abejas sale del hueco de una piedra racimos acá y allá zumbando sobre las flores
gritan los argivos
como rompe la ola contra un peñasco el viento sur la levanta ese gran acantilado que nunca descansa de las olas cuando los vientos llegan por todos lados
las tribus aqueas salen de los barcos y las carpas se encuentran en la llanura
como bandadas de aves de gansos y grullas y cisnes de cuello largo volando acá y allá sobre el valle y el río orgullosas de sus alas sueltan un agudo chillido cuando se posan y sus gritos resuenan en el campo
y se reúnen en el prado florido del río Escamandro
como las hojas y las flores que nacen en primavera
como densos enjambres de moscas en el corral del pastor miles de moscas que zumban cuando los baldes rebalsan de leche en primavera
III
los aqueos marchan en silencio levantando una nube de polvo
como cuando el viento sur esparce niebla en la cima del monte al pastor no le gusta para el ladrón es mejor que la noche y más allá de un tiro de piedra no se ve
Menelao ve a Paris y se alegra
como un león hambriento que se cruza un cadáver un ciervo con cuernos o una cabra montés y se alegra y lo devora aunque los perros y los muchachos corran tras él
Paris ve a Menelao y retrocede
como un hombre da un paso atrás vio una serpiente en el barranco del monte las piernas tienen miedo retroceden la palidez se aferra a sus mejillas
los viejos príncipes troyanos ya no pelean son buenos oradores y se sientan en la torre
como cigarras en los árboles del bosque soltando su voz de lirio
Priamo dice Ulises recorre las filas
como un carnero parece un carnero de lana gruesa que cruza un rebaño de ovejas blancas
IV
Atenea se tira del cielo y cae en medio del campo
como cuando el dios rayo lanza una estrella para los marineros o las tropas de soldados un milagro de chispas en el cielo
y se para delante tuyo Menelao y aparta la flecha que va directamente hacia tu piel
como una madre que ahuyenta una mosca de su hijo mientras duerme tranquilo
Agamenón le dice a los soldados por qué se quedan ahí desorientados y no pelean
como ciervitos que corren por el campo y de golpe se cansan y se quedan parados sin fuerza en el pecho
tropas y tropas de dánaos van hacia combate
como las olas se lanzan a la playa ruidosa una tras otra arrastradas por el viento oeste al principio se encrespan en el mar abierto luego estallan en la tierra en el risco y rugen con fuerza y se doblan en lo alto del aire y escupen espuma salada
la lanza de Ayax traspasa el pecho de Simoesio y él que nació en las orillas del río se derrumba en el polvo
como el álamo negro que nace a orillas del pantano el tronco liso ramas en la copa y un constructor de carros las corta y las dobla para hacer las ruedas y el álamo queda secándose a orillas del río
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[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 7 a 35 de Hablar de Poesía n° 40]
- Daniel Lipara nació en Buenos Aires en 1987. En poesía tradujo Aprender a dormir (2017) de John Burnside y Memorial de Alice Oswald, junto a Mirta Rosenberg (2018). En 2018 publicó su primer libro de poemas, Otra vida.>>