El cazador celeste

[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 7 a 20 de Hablar de Poesía n° 39]

 

EL CAZADOR CELESTE

por Roberto Calasso [1]  

(Traducción de Edgardo Dobry [2] )

 

(…)

 

Así, Ovidio llegó a insinuar que, si los escritores tienen necesidad de los dioses, porque son su materia prima, también los dioses tienen necesidad de los escritores: “Dei quoque carminibus, si fas est dicere, fiunt”, “También los dioses, si se me permite decirlo, existen a través del canto”. Palabras que nombran un nuevo riesgo extremo –la literatura absoluta– y Ovidio es consciente de ello, con un cierto temblor. Por eso intercala ese “si fas et dicere”. Escribe estas palabras ex Ponto, donde había sido confinado por haber cometido o por haber presenciado un nefas, algo “nefando”.

 

            Las Metamorfosis respresentan el último despliegue de los dioses en su plena variedad. La ocasión siguiente, cuatro siglos más tarde, fueron las Dionisíacas de Nono, pero allí todo era una larga, interminable alucinación. Entorno de Ovidio, en cambio, en el Imperio recientemente fundado, los dioses mantenían una presencia oficial. Al mismo tiempo, en Galilea, crecía un bebé judío: Jesús. En Roma, en todo caso, podía sonar preocupante la facilidad, la familiaridad con la que Ovidio trataba a los dioses. “Lo maravilloso se vuelve plausible, los dioses son humanizados, sus anales son escritos como si fueran copiados de un registro de parroquia, sus héroes podrían ser conocidos del padre del autor” (anotación del joven Ezra Pound).

 

            Entre los latinos, Ovidio fue el más descarado con los dioses, pero también el más versátil para el nombrar lo divino. Afrodita se le aparece y le ofrece “una hoja y unas cuantas bayas” de mirto, que se arranca de la corona que ciñe su cabeza. Eso basta para advertir el numen: “Sensimus acceptis numen quoque”, “Apenas los recibí sentí lo divino”. De pronto, todo cambia: “Purior aether/ fulsit et e toto cessit onus”, “El aire se volvió más puro/ y luminoso, y todo peso del corazón se desvaneció”.

 

            ¿Dónde podían comprar pelucas, en Roma, las mujeres frívolas? “Bajo los ojos de Heracles y frente al coro de las vírgenes”. Debe entenderse: en el Circo Flaminio, frente a las estatuas de Hércules Musageta y frente a un grupo de las Musas que lo siguen. Pelucas y estatuas: Ovidio era el mejor guía para encontrarlas y combinarlas. Los diversos cultos eran también un pretexto para que el ojo individualizara a las más atractivas puellae, las muchachas que parecen haberse dado cita en esos lugares. “En Roma se reúne todo lo que en el mundo ha existido” decía Ovidio, con una fórmula similar a la que en India se usó en el Mahabarata. “Van al teatro para mirar y ser miradas”. Pero lo mismo se podía decir de las ceremonias. No había necesidad de elegir entre “los ritos del sábado celebrados por los judíos de Siria” o “los templos egipcios de la novilla vestida de lino”, dedicados al culto de la diosa Isis, o también otras ceremonias que Ovidio no precisa. Las equipara a todas, a los fines de la caza amorosa, al “runrún del Foro”, allí donde disertaban los jurisconsultos junto a las Ninfas de la fuente Appia. Signo de una total disponibilidad y ductilidad hacia toda forma de lo sagrado y de lo profano. Este era el presupuesto de Ovidio –la condición preferida por él, que solo podía manifestarse en la era de Augusto.

 

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[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 7 a 20 de Hablar de Poesía n° 39]

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Roberto Calasso (Florencia, 1941) es unánimemente considerado uno de los más destacados y originales ensayistas literarios. El trabajo que presentamos, inédito aún en castellano, es parte del capítulo VII del libro Il Cacciatore Celeste; Milano: Adelphi, 2016. Agradecemos a la editorial Anagrama, que publicará próximamente el libro bajo el título de El cazador celeste, el permiso para realizar la presente publicación, así como a Wilye Agency.>>
  2. Edgardo Dobry nació en Rosario en 1962. Vive desde 1986 en Barcelona, donde se desempeña como docente y traductor literario. Publicó varios libros de poesía y de ensayo, entre los que se destacan: El lago de los botes (2005), Orfeo en el kiosco de diarios (2007) y Contratiempo (2013).>>