Ritmar (Rojas con Yepes)

[FRAGMENTO. Artículo completo en las páginas 109 a 113 del número 36 de Hablar de Poesía]


por  Elisa Molina

(…)

En Rojas hay, en efecto, un juego verbal con la tradición lírica en un plano poético que de manera indirecta y sugestiva apela a la forma, en particular a nivel fónico de las composiciones, a la “musicalidad” de sus poemas. En tal sentido, combina el estilo métrico de la poesía castellana del barroco, en especial de Quevedo, y de la poesía mística de San Juan, con procedimientos rítmicos provenientes de algunos poetas de la primera vanguardia latinoamericana y europea, lo que da como resultado una peculiar síntesis en su dicción. La relación entre palabra y música constituye uno de los fundamentos de su poética; en múltiples ocasiones Rojas ha abordado el tema, relacionando el ritmo de sus poemas con el de su respiración entrecortada de asmático, lo cual sugiere no solo una sonoridad novedosa y singularmente propia, sino también indisociablemente unida al cuerpo. Es el cuerpo, con sus defectos, con sus rengueras, con sus imperfecciones (entre ellas, la de caducar), pero también con su exuberancia, el que canta. El desafío de Rojas ha sido el de reinventar lo lírico, combinando la disruptiva dicción de una vanguardia en la que se decantan materiales de índole conceptual y epigramático con la clave armónica de la tradición mística. Desde mi punto de vista, su particularidad compositiva consiste en exhibir el parentesco a través de un dialogo que se cumple no solamente a partir de los significados sino también a nivel de la “partitura” en que estos se constituyen. Veamos el poema “Oscuridad hermosa” del libro Contra la muerte de 1964.

 

Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo oyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.
Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.
Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.
(…)

 

[FRAGMENTO. Artículo completo en las páginas 109 a 113 del número 36 de Hablar de Poesía]