El Rilke objetivista

[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 67 a 76 del número 36 de Hablar de Poesía]

  por Alejandro Crotto

Decir Rilke era hasta hace algunos años para mí decir las Cartas a un joven poeta, los Sonetos a Orfeo y las Elegías de Duino. O sea: un admirable destino de entrega a la propia vocación, por un lado, y por el otro una poesía inaccesible. Los poemas estaban en alemán, claro, que ignoraba[1] , y las traducciones no me dejaban entrever gran cosa más allá de la abundancia de abstracciones, ángeles y ocultismo. En esa miopía yo estaba básicamente a tono con el ojo de la época. Rilke había interesado a los poetas del cuarenta y al rebrote órfico del grupo Último Reino, pero después, mientras el objetivismo iba ganando más y más sensibilidades, fue quedando en un segundo plano. Así, yo leía admirado la poética zen del haiku centrada en la imagen, los poemas imagistas de Williams, la poesía en favor de las cosas de Ponge, el cruce entre epifanía y cotidianeidad en Giannuzzi. Pero de Rilke, nada. Visto retrospectivamente, resulta asombroso. Porque Rilke había escrito a principios del siglo xx una serie de poemas que constituyen una de las más fascinantes realizaciones objetivistas: sus Dinggedicht, sus “Poema-Cosa”.

Uno de los muchos encantos de la poética objetivista es que a partir de unas pocas premisas básicas (tópicos no sublimes, desplazamiento del foco de atención desde la subjetividad propia hacia el mundo objetivo, tono menor) permite la creación de poemas muy diferentes. A grandes rasgos, se distinguen dos polos. Por un lado, poemas en los que la mirada aparece objetivada como una estrategia para evidenciar mejor la poesía del mundo. Es así en, por ejemplo, muchos de los más conocidos poemas de William Carlos Williams:

 

so much depends
upon
a red wheel
barrow
glazed with rain
water
beside the white
chickens. [2]

 

“No ideas/ but in things”, será el lema. No se trata entonces de cantar la experiencia subjetiva de haber advertido la poesía de una carretilla roja barnizada por el agua de la lluvia entre los pollos blancos, sino de lograr que el lector la experimente poniéndolo ante ella; quitarse del medio para que se evidencie mejor la presencia del mundo objetivo.

(…)

 

[FRAGMENTO. Ensayo completo en las páginas 67 a 76 del número 36 de Hablar de Poesía]

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Aún lo ignoro, por desgracia, más allá de unos primeros pasos vacilantes y el acercamiento al alemán de algunos poemas puntuales de Rilke. En los poemas que cito en el artículo, me baso en las versiones de Federico Bermúdez-Cañete y de Ezequiel Zaidenwerg.>>
  2. Hay tanto en juego / en esa// carretilla colorada/ barnizada/ por el agua de la lluvia// entre los pollos/ blancos.>>