Ya sé y otros poemas

Aixa Rava[1]


Ya sé

En el fondo hay un vacío que supongo
tiene límites.
Todo tiene límites
pienso
también los tiene el vacío
aunque en el pecho se sienta enorme
interminable.
Desde el vacío que a veces
imita la saturación del algodón
se elevan lunas plateadas
renacuajos, dos anguilas.
Un estanque este vacío que me llega
en oleadas rugosas
vibrantes
un estanque con vida propia
se ancla en las manos
en los nudillos fragua derrames
de sangre, ahora lo veo
tornado— ya sé 

 

Lo primordial 

Desde temprano zurcí a mis omóplatos
unas alas traslúcidas
y fue secreta mi insistencia con el aire
ese ritual del viento bajo los brazos.
Me soñé golondrina, paloma, búho en la noche,
recolecté de páginas, figuras, imágenes
las historias más idóneas, el personaje.
Sobre las sillas compuse un cielo contenedor
para ejercitarme
y cuando llegó el momento, ni una duda:
¿qué importa la altura si se tiene fe en el vuelo?

El claro destaca el árbol más próximo,
una rama fuerte —creo— accesible.
Nos llega espeso el olor a sal marina
y una vista imperfecta del Cabo Santo Domingo.
Papá despliega la mesa,
vos la colmás desde tu canasta,
el estéreo reproduce
un sueño con serpientes.
Me parto en tres un brazo, asumo luego
no son tiempos de ogros, dragones ni encantos.
A los cinco años no se saben muchas cosas,
por ejemplo, cuánto mide un metro y medio,
que los huesos se rompen y los padres
detestan llevarte al médico.
Pero sí, supe
que volar es una maravilla
y hasta el cuerpo más pequeño
tiene lugar para la fantasía. 


A orillas nomás

El tren se frenó en Cerbère
y el maquinista recorrió los vagones pitando el descenso.
Tres horas de espera entre las rocas
un pueblo menudo
a orillas nomás del Mediterráneo.

Subimos con las valijas una calle empinada
sorteamos escaleras, cercas, un patio.
A nuestro paso, constante, el mar del medio asfixia
de tan amplio
—crece, gira, se abre más
no cabe toda el agua en estos ojos y la sal
que respiro con las tripas.
¿No surcan ya los mitos esas olas,
no abordan la península de bloques blancos?
Quizá cruzando el puente de los arcos
entre nosotros, los mil habitantes, los autos
aquellas casas de colores y persianas bajas.
El olvido se entreteje con los nombres y dan
las seis de la tarde.

Se me hace lúgubre, esplendoroso
el Hotel Belvédère du Rayon Vert arriba
como un barco decó
del Mediterráneo.
Más allá, al norte
está el molino rojo, los museos, las calles circulares,
el Sena inmenso y esa vista que brilla
y es tan hermosa
desde cualquier parte. 


Todo vuelve

Yo trabajo en las horas propias del rocío,
cuando la luz se desmaya en trozos
sobre los adoquines
y vos dormís y soñás
que volvés a rendir matemáticas,
que caés preso y la cárcel es una escuela
o la escuela es una cárcel —da igual.
El sueño se vuelve pesadilla y gritás
te movés y tirás del acolchado
con fuerza
como si arrastraras un ancla.
Cuando me contás un sueño,
estamos tomando mates
o bañándonos.
Me pasás el jabón por la espalda,
te agachás y me mordés un pezón
y el sueño se interrumpe
y caemos los dos
en un continuado de caricias y roces,
todo vuelve a ser hermoso
cálido
como el verano en que nos conocimos.

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Aixa Rava nació Río Grande, Tierra del Fuego, en 1982. Ha publicado dos libros de poemas: Barda (2014) y La luz no se corta como el papel (2016). De este último seleccionamos los poemas que aquí se publican.>>