El puente de Brooklyn

Javier Foguet [1]

 

Al oído

Hay, sobre lo real, una costra
que las palabras no logran
disolver.
Ahora lo sé. No hubiera podido
decirlo antes.
Pero las palabras
no deben endurecerse
o fingir una luz
más líquida que la miel
que siempre ha dado cuerpo
a tu voz.
Las palabras toman su cuerpo
de tu cuerpo:
coraje, mi amor,
toma el cuerpo de tus ojos.
Es la ley de la poesía
que quiebra toda ley de lenguaje.

 

                                                                     a María Josefina Sánchez

Luz que has comenzado a romper
no eres bastante
para descubrir el interior de los árboles
y por eso te apreciamos, porque como nosotros
eres débil
y más fuerte que ti misma.


Navidad 2010 

La música,
la región de tu ser que la recibe
junto al tiempo, la muerte
y las montañas.
Rostros que tardo en reconocer:
rostros que amo.
Condenados que sopesan
el brillo de su diamante.
Casas caminantes… 

 

Canción de cuna

Antes de dormir, mi padre sacaba el auto
para templarlo
contra las madrugadas heladas.
Hago la música
de ir tumbado atrás
mirando los riscos de los árboles y,
cada dos segundos,
el goteo del alumbrado sobre mis ojos:
“tierra, sé que continúas
mientras nosotros dormimos
tu extrañeza no tiene fin…” 

 

E. S.

Siempre noticias clementes traes,
tus cartas son translúcidas
como la cáscara de los grillos,
un torbellino invisible
si no hubiera pinos
a lo largo de la playa.
Hoy tu cargamento es: tesoros
junto a naves negras,
amarillas,
amarradas a palos de memoria.
¿No sales a saludar o desde muy lejos?
Cuánto más te perdemos…
es que tu música nos ha traspasado
o nos traspasará.

  

El poema del futuro

Al volver a casa me aventuré
tras una tormenta en retirada.
Buscaba el poema del futuro…
Los árboles habían perdido sus escamas,
la luz de la calle se había “ido”
de modo que avanzaba en ochos
por una tierra oscura y revuelta.
Todavía me alcanzó 
una batería de la retaguardia.
Kilómetros adelante
crucé a mi hermano,
en dirección opuesta.
Probé alcanzarlo con un grito
pero ni siquiera alzó los ojos:
la tempestad lo abstraía
hasta no retener nada
de este mundo… ¡mi hermano!
Era el poema del futuro. 

 

El puente de Brooklyn

Un dios desconocido, “El torbellino”,
nos espera en la rampa de los taxis
del aeropuerto. Cuando llueve así
es que todo ha terminado,

recita el dios y baja la ventana
para tocarnos el rostro,
a nosotros que vamos juntos,
nubes por delante y la tierra.
Padre sigue la bruma señalada
por madre en los cabellos de un poeta
sin terminar.
Quiero, mañana, que me expliques
cómo es avanzar
bajo-bajo tierra
y encontrar de pronto, aún más abajo,
el techo de música del río.
Nada de puentes hoy. Pues ha llovido, llueve
un inspirado apocalipsis.

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Javier Foguet nació en Tucumán en 1977. Obra: La tumba de los viajes, 2006; El humor de la luz, 2009.>>