Robert Frost: La senda no seguida

Nota preliminar de Bárbara Lanati
Versiones de Pablo Anadón

 

“Moví mis pies de tabla en tabla: / una marcha lenta y circunspecta; / sentía las estrellas sobre mí / y el mar en torno. / La única certeza: que los próximos centímetros / serían los últimos. / Y eso me daba el andar vacilante / que algunos llaman experiencia.” (Emily Dickinson, 1864). Con la poesía de Emily Dickinson en la segunda mitad del siglo XIX el arte (la poesía) que se formaliza en Nueva Inglaterra, para subrayar su “diferencia” de la que es ya considerada poesía “oficial” – la escritura de Walt Whitman – se pronuncia de manera de indicar la presencia, contra los síntomas de separación entre los signos y los significados, entre la realidad y los proyectos. Pero no relata, no denuncia los síntomas del malestar, más bien los interioriza y transforma. Utiliza códigos literarios, filosóficos – como ocurrirá en Thomas S. Eliot (1888-1965) y en Marianne Moore (1887-1972) – sobre los cuales mide el suyo.

En contraposición al filón poético que tiene su mayor portavoz en Vachel Lindsay (1879-1931) y en consecuencia en contraposición a la producción de poetas como E. Lee Masters (1869-1950) o Carl Sandburg (1878-1967), que remiten a la lección de Lindsay, una amplia faja de la poesía norteamericana del siglo XX subraya, siguiendo la lección de Emily Dickinson, su extrañamiento frente a la lengua hablada y la voluntad de proponerse como “otro lugar” respecto a lo real. En otras palabras, el escritor utiliza la poesía para crear otros espacios respecto al caos y expone, de esos espacios, la total practicabilidad, fuera de la dimensión cotidiana, dentro de los jardines encantados de las fábulas. El yo poético no proyecta imágenes de su propia mente y cultura como “tierra yerma”, sino como espacio “mágico” en el que nos movemos con esfuerzo y circunspección porque casi todo es de vidrio, como tapices de colores brillantes y refinados de textura fragilísima, que pueden abrirse de un momento a otro para dejar al descubierto los muros húmedos y resquebrajados de los que estaban colgados. Así en Marianne Moore. “La comadreja del bosque se asoma con gracia – no te rías – / el verso con las insignias silvestres, / blancas y negras, de la ardilla. Hecho de tinta,/ enmascarado de blanco en una brillante / piel de cabra, es custodio del bosque…” Así en Robert Frost: “Encontré una araña acurrucada, gorda y blanca, / sobre una consuelda blanca, que apretaba una falena / como un trocito de blanco rígido raso. / Elementos surtidos de muerte y enfermedad mezclados y listos para empezar bien la mañana / como los ingredientes de un caldo de bruja… / ¿Qué había llevado hasta aquella altura a la araña blanca? / ¿Qué condujo a la blanca falena hasta allí esa noche? / ¿Qué si no un tenebroso y espantoso designio? / Si un designio puede gobernar una cosa tan pequeña…”

El juego rítmico, el espesor metafórico del discurso significan la voluntad de contraponer a la banalidad y al horror de la dimensión cotidiana la toma de conciencia de que el único camino que tiene la literatura para interferir en lo real, para mover realmente sus coordenadas y desplazar sus perspectivas, es el de subrayar su propia otredad a la dimensión cotidiana misma, inventando modos y mundos que a tal otredad llevan sólo metafóricamente. Lo privado, el horror de la soledad, el esfuerzo de la escritura se relatan con calma según las cadencias de una fábula medieval. La palabra, la experiencia, la forma del discurso pertenecen a una misma área semántica, la de la “trampa” dentro de la cual, con conciencia de su prisión, de su inevitabilidad, se mueve la poesía. Precisamente como en Emily Dickinson, Robert Frost o Wallace Stevens (1879-1955).

La poesía no “proyecta”, no denuncia: no habla de la locura, pero se propone como locura, como desecho y violación. La poesía es vivida como esfuerzo, trabajo alrededor, adentro, en contra de la palabra y los modelos poéticos; es invención continua de sí misma, retícula fatigosa (al menos en la intención) de interpolar simultáneamente las facultades sensoriales y las intelectivas del usuario. Y no por casualidad, teniendo en cuenta que, como escribía Wallace Stevens, el poeta es quien se mueve en espacios “metafísicos”, quien relata a su público una fábula antigua, de signo contrario respecto a la fábula que relataban otrora Whitman y sus seguidores: la del deseo de que la “forma” signifique arabescos polivalentes y pluridireccionales, y la de la ostentada conciencia de que “forma” significa también esquema, trama, prisión. En otras palabras, la poesía es un espacio que remite a sí mismo, que interioriza el caos, reproduce sus disonancias, sus esquemas profundos, pero se niega a ofrecer claves de fácil acceso para su lectura. Del país, este tipo de poesía no relata el contorno geográfico, las dimensiones, el sueño (o el derrumbe del sueño) de totalidad y de coherencia política, sino la ambigüedad misma del sueño, la imposibilidad de separar el sueño de la pesadilla. Sueño y pesadilla, en efecto, se configuran desde la mitad del siglo XIX en adelante, como espacios complementarios, premisa el uno del otro.

 

Haciendo un alto junto a los bosques
en un anochecer de invierno 

Creo saber de quién son estos bosques.
Su casa, sin embargo, está en el pueblo;
No podrá verme detenido aquí
Contemplando sus bosques en la nieve.

Mi caballito pensará que es raro
Detenernos por estas soledades
Entre los bosques y el lago de hielo,
En la tarde más lúgubre del año.
Sacude los cencerros de su arnés,
Pregunta si no ha habido algún error.
Sólo se oye el sonido entre los árboles
Del viento suave y de los copos blancos.

Bellos, hondos, sombríos son los bosques;
Pero tengo promesas que cumplir,
Y millas por andar antes del sueño,
Y millas por andar antes del sueño.
 

Stopping by woods on a snowy evening // Whose woods these are I think I know. / His house is in the village though;/ He will not see me stopping here/ To watch his woods fill up with snow.// My little horse must think it queer/ To stop without a far house near/ Between the woods and frozen lake/ The darkest evening of the year.// He gives his harness bells a shake/ To ask if there is some mistake./ The only other sound’s the sweep/ Of easy wind and downy flake.// The woods are lovely, dark and deep,/ But I have promises to keep,/ And miles to go before I sleep,/ And miles to go before I sleep.

  

Árbol de mi ventana

Árbol de mi ventana, cuando llega
La noche, cierro el vidrio, pero no
Tendré nunca extendida una cortina
Entre tú y yo.

Vaga testa de ensueño de la tierra,
Semejante a una nube en lo difusa,
Todas tus lenguas leves parloteando a la vez
Nunca serán profundas.

No obstante, árbol, te he visto doblegado, agitado,
Y si me has observado cuando estaba dormido
Me habrás visto también doblegado, azotado,
Casi perdido.

El día en que juntó nuestras cabezas
El destino se hallaba en un buen día:
Tu cabeza atraída por el tiempo
De afuera, y por el íntimo la mía.

 

Tree at my window // Tree at my window, window tree,/ My sash is lowered when night comes on;/ But let there never be curtain drawn/ Between you and me.// Vague dream-head lifted out of the ground,/ And thing next most diffuse to cloud,/ Not all your light tongues talking aloud/ Could be profound.// But tree, I have seen you taken and tossed,/ And if you have seen me when I slept,/ You have seen me when I was taken and swept/ And all but lost.// That day she put our heads together,/ Fate had her imagination about her,/ Your head so much concerned with outer,/ Mine with inner, weather.

 

Aceptación

Cuando el sol que se apaga ilumina una nube
Y se hunde como un ascua en las aguas del golfo,
No se oye ni un lamento en la naturaleza
Por su extinción. Los pájaros, al menos, lo sabrán:
Es la sombra que avanza sobre el cielo.
Quedamente murmura algo en su pecho
Un pájaro y el ojo apagado entrecierra;
O sorprendido lejos de su nido, extraviado
Revolotea sobre la arboleda, y desciende
Justo a tiempo hacia el árbol recordado.
Piensa, a lo sumo, o suavemente gorjea: ¡A salvo!
Para lo que yo soy se oscurezca aún la noche:
Tan oscura se vuelva que ya no pueda ver
En el futuro. Sea lo que tenga que ser. 

 

Acceptance // When the spent sun throws up its rays on cloud/ And goes down burning into the gulf below,/ No voice in nature is heard to cry aloud/ At what has happened. Birds, at least, must know/ It is the change to darkness in the sky./ Murmuring something quiet in her breast,/ One bird begins to close a faded eye;/ Or overtaken too far from his nest,/ Hurrying low above the grove, some waif/ Swoops just in time to his remembered tree./ At most he thinks or twitters softly, ‘Safe!’/ Now let the night be dark for all of me./ Let the night be too dark for me to see/ Into the future. Let what will be, be’.

 

Intimidad con la noche 

Sé lo que es la nocturna intimidad.
He salido con lluvia, con lluvia he regresado.
He pasado las últimas luces de la ciudad.

El callejón más triste he contemplado.
He cruzado al sereno que hace su recorrido
Y para no explicarle, la mirada he bajado.

El rumor de mis pasos, callado, he detenido
Cuando un grito ahogado me ha llegado de lejos
Sobre casas y calles y baldíos vecinos,

Sin que fuera un llamado o un saludo; y más lejos,
Más lejos, en la altura sideral,
Un reloj luminoso contra el cielo

Proclamaba que el tiempo no era malo ni bueno.
Sé lo que es la nocturna intimidad. 

 

Acquainted with the night // I have been one acquainted with the night./ I have walked out in rain ? and back in rain./ I have out walked the furthest city light.// I have looked down the saddest city lane./ I have passed by the watchman on his beat/ And dropped my eyes, unwilling to explain.// I have stood still and stopped the sound of feet/ When far away an interrupted cry/ Came over houses from another street,// But not to call me back or say good-by;/ And further still at an unearthly height,/ One luminary clock against the sky// Proclaimed the time was neither wrong nor right./ I have been one acquainted with the night. 

 

Mi huésped de noviembre 

Cuando ella, mi Pena, está conmigo,
Piensa que estas jornadas oscuras y lluviosas
De otoño, son aquellas sin duda más hermosas
En el año: es el árbol sin follaje su amigo
Y el sendero de hierbas con gotas temblorosas.

Su entusiasmo me impide estar tranquilo.
Ella habla y habla y yo la escucho resignado:
La alegra que los pájaros al fin se hayan marchado,
La alegra que su traje humilde y gris de hilo
Con la bruma viscosa se haya vuelto plateado.

Las arboledas solas, desoladas,
El cielo plúmbeo y la lívida tierra,
Las bellezas que observa con vista verdadera:
Cree que ante mis ojos ellas no valen nada
Y quiere que le explique por qué tanta ceguera.

No fue ayer que aprendí lo que es amar
Los días de noviembre, su ascética templanza,
Antes que de la nieve sea el mundo a semejanza;
Pero sería inútil que lo intente explicar,
Y es mejor que sea ella quien diga su alabanza.

  

My November Guest // My Sorrow, when she’s here with me,/ Thinks these dark days of autumn rain/ Are beautiful as day can be;/ She loves the bare, the withered tree;/ She walks the sodden pasture lane.// Her pleasure will not let me stay./ She talks and I am fain to list:/ She’s glad the birds are gone away,/ She’s glad her simple worsted gray/ Is silver now with clinging mist.// The desolate, deserted trees,/ The faded earth, the heavy sky,/ The beauties she so truly sees,/ She thinks I have no eye for these,/ And vexes me for reason why.// Not yesterday I learned to know/ The love of bare November days/ Before the coming of the snow,/ But it were vain to tell her so./ And they are better for her praise.

 

 

La senda no seguida 

Dos senderos se abrían en un bosque amarillo
Y apenado por no poder seguir los dos
Siendo un solo paseante, me detuve un buen tiempo
Y contemplé a uno de ellos hasta donde podía
Divisarlo entre medio de la ocre espesura. 

Luego fui por el otro, que era también hermoso,
Y quizá poseía más derechos que aquel,
Pues la hierba más alta pedía un mayor uso,
Aunque a decir verdad, uno y otro mostraban
Más o menos el mismo tránsito de pisadas.

Y a ambos esa mañana los cubrían las hojas
Que ningún paso aún había ennegrecido.
¡Oh, yo dejé el primero para algún otro día!
Sabía, sin embargo, que un camino a otro lleva,
Y en el fondo dudaba que alguna vez volviera.

Seguiré contando esto, lo sé, con un suspiro,
En cualquier otro sitio, luego de largos siglos:
Dos senderos se abrían en un bosque, y yo fui?
Yo fui por donde había menos huellas humanas,
Y en eso, al fin, estriba toda la diferencia. 

 

The road not taken // Two roads diverged in a yellow wood,/ And sorry I could not travel both/ And be one traveler, long I stood/ And looked down one as far as I could/ To where it bent in the undergrowth;// Then took the other, just as fair,/ And having perhaps the better claim,/ Because it was grassy and wanted wear,/ Though as for that the passing there/ Had worn them really about the same,// And both that morning equally lay/ In leaves no step had trodden black./ Oh, I kept the first for another day!/ Yet knowing how way leads on to way,/ I doubted if I should ever come back.// I shall be telling this with a sigh/ Somewhere ages and ages hence:/ Two roads diverged in a wood, and I?/ I took the one less traveled by,/ And that has made all the difference.

 

Un pájaro menor

He deseado que un ave se alejara
Con su canto monótono del umbral de mi casa.

Desde la puerta le he batido palmas
Cuando creí que ya no lo aguantaba.

En parte debió ser mía la culpa.
El mal no era del ave con su música.

Y por cierto ha de haber algún error
En querer acallar cualquier canción. 

 

A minor bird // I have wished a bird would fly away/ And not sing by my house all day;/ Have clapped my hands at him from the door/ When it seemed as if I could bear no more.// The fault must partly have been in me./ The bird was not to blame for his key.// And of course there must be something wrong/ In wanting to silence any song.