Edwin Muir: Los caballos y otros poemas

Nota preliminar y versiones de Javier Foguet

 

Muir el orador. El recurso a la mitología griega y cristiana y a la simbología heráldica, poco lucido frente a la renovación imaginativa de los preceptos imagistas y del correlato objetivo, como asimismo la utilización dócil de las formas líricas tradicionales (la balada en primer lugar), son algunas de las particularidades que dejaron a la poesía de Edwin Muir al margen de los intereses principales de su época, manteniéndola alejada del centro de atención del modernismo inglés de comienzos de siglo XX. No cometemos una injusticia si decimos que su obra no fue literariamente renovadora ni restauradora. Muir no era un hombre de vida literaria, sus posiciones estéticas tenían un claro sesgo ético; así, por ejemplo, su reserva hacia la nueva crítica liderada por T. S. Eliot se fundaba en el divorcio que la misma, a su juicio, establecía entre el poeta y el gran público. Probablemente, su excentricidad guarda una estrecha relación con la fuerza que hace perdurable a su poesía.

Muir nació en 1887 y pasó su infancia en distintas granjas en las islas Orcadas, junto a la costa de Escocia. En 1901 la familia se muda a Glasgow, y en un lapso de cinco años a partir de esa fecha Muir pierde a sus padres y a dos de sus hermanos. Basta recorrer a vuelo de pájaro la desnudez actual de las Orcadas –una prolija extensión verde donde no se divisa ni siquiera una mancha urbana– para darse una idea de la intensidad del golpe que pudo haber significado entonces el traslado al paisaje industrial de Glasgow. No es ésa sin embargo la experiencia sobre la que vuelve una y otra vez su poesía. Se diría que el extrañamiento de la sensibilidad de Muir posee una cualidad mucho más enigmática y primitiva, quizá arraigada en la complejidad emocional –mezcla de culpa y necesidad– de la convivencia próxima y cotidiana con el sacrificio de los animales.

El regreso de Muir al paisaje isleño en su poesía de ningún modo significa una huída a las condiciones previas a la caída. Frente a la desgracia reaccionó como pocos hombres son capaces de hacerlo: en lugar de sostener su identidad a partir del retraimiento y la disociación (identificar la fortuna con las condiciones de una sociedad agraria y el derrumbe espiritual con el mercantilismo) amplió su familia hasta identificar su destino con el destino común de los hombres. Es así: su mejor poesía está afinada en la primera persona del plural. Este rasgo de su conducta permite entender su rechazo al uso del scots como lengua poética, ya que la revalorización de lo nativo propugnada por el renacimiento escocés (con MacDiarmid a la cabeza) estaba teñida de un nacionalismo político demasiado restrictivo para el sentimiento expansivo de Muir.

La mayoría de las versiones que aquí presentamos corresponden a lo que Seamus Heaney ha denominado la alternativa de Muir frente al cántico métrico. En estos poemas –pienso sobre todo en Los caballos, Una tierra difícil, El laberinto, tres de sus obras más famosas– más que desplegar las dotes de un versificador, Muir pone en juego la habilidad y los recursos de un orador. De hecho, si bien es posible encontrar el rastro del pentámetro yámbico, funcionando como apoyo en un vaivén a veces sin equilibrio, el ritmo de los poemas se encuentra dominado no por la regularidad acentual del verso, sino por la dirección y la longitud de la línea semántica y musical:

 

Pero si ahora hablaran,
Si repentinamente hablaran otra vez,
Si al dar el mediodía una voz nos hablara,
La ignoraríamos, no la dejaríamos traer
Ese malvado mundo que de un trago
Engulló vivos a sus niños. Ya no lo toleramos.

 

A menudo, una sola oración se prolonga y ramifica a lo largo de muchos versos. En las pausas y descansos intermedios el tono se mantiene o baja apenas un intervalo, pero en cada recomienzo la frase gana un nivel de intensidad guiando de ese modo con firmeza la atención hasta la cadencia final. Decir que el ritmo está marcado por la entonación no es una vaguedad: en el lenguaje, los aspectos rítmicos y tonales no son fácilmente distinguibles y cumplen funciones equivalentes. Las sílabas agudas señalan tanto una cúspide intensiva –un tiempo fuerte– como una determinada altura musical, en general un intervalo de tercera más arriba que las sílabas átonas; la expresión y la inteligibilidad de una idea puede completarse a partir de una pausa –elemento rítmico– o bien gracias a un brusco descenso del tono musical. La rima misma, aspecto esencialmente melódico de la poesía, presenta un innegable valor rítmico al producir una súbita aceleración y un acompasamiento “retrospectivo”.

Las dotes de un orador, esto es, la sabia disposición de tensiones y distensiones que mantienen cautivo el ánimo del auditorio. Muir no es un poeta de imágenes veloces y fulgurantes. Su lenta construcción imaginativa pocas veces tiene como resultado una figura nítida. En cambio, la morbidez de la modulación es su punto fuerte, ya que ella entra en resonancia con el rasgo más sobresaliente de los poemas: ese indefinible clima de extrañeza que mencionamos antes y que contiene simultáneamente la percepción de la promesa y la inminencia del límite, o como dice Heaney, “Esta aprehensión de armonías rotas, de la entrada de la contradicción a la vida, [que] es lo que esperamos del arte más alto, y lo esperamos tal como se manifiesta aquí, no como una gran acumulación de datos negativos, no como un asalto intempestivo de malevolencia, sino como una intuida, amenazante presión de la realidad, un verdadero sopesar las cosas tal como se las teme contra las cosas tal como se las desea.” Dos representaciones elementales y diversas (que Muir resumió en los términos que dan título a su autobiografía: la historia y la fábula) cohabitando simultáneamente en una sensibilidad exaltada, he ahí el origen del núcleo afectivo que tiñe toda su obra.

Strangeness, strange, son vocablos muy usados por Muir, y en su sistema simbólico se asocian tanto a la aridez como al encanto. Esa familiar extrañeza es el resultado de la falta de predominio de una representación sobre la otra. La  dualidad persistió siempre en el corazón de Muir, y ni siquiera fue superada a partir de su progresiva y lenta conversión al cristianismo. Por eso mismo las palabras de “Muir el orador” logran eludir el aspecto de un sermón; no hay en ellas (aunque a veces sí lo hay) el rastro distinguible de un “mensaje”, sino la complejidad casi oracular de la poesía.

 

Los caballos

Cumplido un año del letargo
En que sumió al mundo la guerra de los siete días,
Hacia el atardecer llegaron los extraños caballos.
Para entonces habíamos pactado con el silencio,
Pero era tal la calma de los primeros días
Que nos oíamos respirar y sentíamos miedo.
En el segundo día
Nuestras radios fallaron; probamos las perillas; sin respuesta.
El tercer día un barco de guerra avanzó con rumbo norte:
Pilas de muertos sobre la cubierta. En el sexto
Un avión nos sobrevoló y cayó en el mar. Después de eso:
Nada. Las radios mudas; sin embargo
Continúan en nuestras cocinas
Y, quizá, continúan encendidas en un millón de salas
A lo largo del mundo. Pero si ahora hablaran,
Si repentinamente hablaran otra vez,
Si al dar el mediodía una voz nos hablara
La ignoraríamos, no la dejaríamos traer
Ese malvado mundo que de un trago
Engulló vivos a sus niños. Ya no lo toleramos.
A veces pensamos en naciones que duermen
Acurrucadas, cegadas por el sufrimiento
Y ese pensamiento nos sorprende con su frialdad.
Nuestros tractores yacen en los campos. De noche
Semejan húmedos monstruos marinos que aguardan.
Los dejamos allí a que se oxiden:
“Se desintegrarán hasta volverse abono”.
Los bueyes tiran nuestros olvidados arados.
Hemos regresado a una vida
Anterior aun a la de nuestros padres.
                                                          Y luego aquella tarde,
Avanzado el verano, vinieron los extraños caballos.
Oímos un lejano repique en el camino
Que se profundizaba. Paró, empezó otra vez
Y al llegar a la esquina retumbó como un trueno.
Entonces vimos sus cabezas,
Una ola salvaje que arremete, y tuvimos miedo.
Tiempo atrás los habíamos vendido
Para comprar tractores nuevos. Ahora nos resultaban
Corceles legendarios en un escudo antiguo
O ilustraciones de un libro de Caballería.
No tuvimos valor para acercarnos. Ellos esperaron
Obstinados y tímidos, como si un mandamiento
Primario los enviara a buscar nuestro hogar
Y la arcaica amistad hace tiempo perdida.
En un primer momento no se nos ocurrió
Que eran criaturas para ser poseídas y usadas.
Había unos seis potros junto a ellos
Criados en la desolación del mundo,
Pero lozanos, como si vinieran de su propio Paraíso.
Desde entonces soportan nuestras cargas, tiran nuestros arados:
Esa libre servidumbre aún desgarra nuestro corazón.
Nuestra vida ha cambiado; su llegada, nuestro comienzo.
 

The Horses: Barely a twelvemonth after/ The seven days´ war that put the world to sleep,/ Late in the evening the strange horses came./ By then we had made our covenant with silence,/ But in the first few days it was so still/ We listened to our breathing and were afraid./ On the second day/ The radios failed; we turned the knobs; no answer./ On the third day a warship passed us, heading north,/ Dead bodies piled on the deck./ On the sixth day/ A plane plunged over us into the sea. Thereafter / Nothing. The radios dumb; / And still they stand in corners of our kitchens,/ And stand, perhaps, turned on, in a millon rooms/ All over the world. But now if they should speak,/ If on a sudden they should speak again,/ If on the stroke of noon a voice should speak,/ We would not listen, we would not let it bring/ That old bad world that swallowed its children quick/ At one great gulp. We would not have it again./ Sometimes we think of the nations lying asleep,/ Curled blindly in impenetrable sorrow,/ And then the thought confounds us with its strangeness./The tractors lie about our fields; at evening/ They look like dank sea-monsters couched and waiting./ We leave them were they are and let them rust:/ “They ´ll moulder away and be like other loam”./ We make our oxen drag our rusty ploughs,/ Long laid aside. We have gone back/ Far past our fathers’land. / And then, that evening/ Late in the summer the strange horses came./ We heard a distant tapping on the road,/ A deepening drumming; it stopped, went on again/  And at the corner changed to hollow thunder./We saw the heads/ Like a wild wave charging and were afraid./ We had sold our horses in our fathers’ time/ To buy new tractors. Now they were strange to us/ As fabulous steeds set on an ancient shield/Or illustrations in a book of knights./ We did not dare go near them. Yet they waited,/ Stubborn and shy, as if they have been sent/ By and old command to find our whereabouts/ And that long-lost archaic companionship./ In the first moment we had never a thought/ That they were creatures to be owned and used./ Among them were some half-a-dozen colts/ Dropped in some wilderness of the broken world,/ Yet new as if they had come from their own Eden./ Since then they have pulled our ploughs and borne our loads,/ But that free servitude still can pierce our hearts./ Our life is changed; their coming our beginning.

 

Me instruyeron

Me instruyeron los sueños y fantasías
Aprendidos de amables y oscuros fantasmas
Y obtuve gran saber y cortesía de los muertos,
Hermanos y hermanas, ancestros y amigos
Pero principalmente de los dos
Que me dieron la vida.

Aprendí y bebí el bien inagotable
De estas fuentes cuyos rastros
Impiden a mis pasos extraviarse
Hacia el fatal sendero

Que lleva al laberinto fascinante
Donde todo fulgura y los destellos
Consumen y resecan
El fruto saludable.

Me he nutrido, en fin, del tiempo que despoja
Y deja cada cosa en su justo lugar
Imagen del siempre
Único y total.
Y ahora que el tiempo se acorta, percibo
Que la poesía de Platón es cierta,
Y que estas sombras son proyecciones
De la verdad.  
 

I have been taught: I have been taught by dreams and fantasies/ Learned from the friendly and the darker phantoms/ And got great knowledge and courtesy from the dead/ Kinsmen and Kinswomen, ancestors and friends/ But from two mainly/ Who gave me birth.//  Have learned and drunk from that unspending good/ These founts whose learned windings keep/ My feet from straying/ To the deadly path // That leads into the sultry labyrinth/ Where all is bright and the flare / Consumes and shrivels/ The moist fruit. // Have drawn at last from time which takes away/ And taking leaves all things in their right place/ An image of forever/ One and whole.// And now that time grows shorter, I  perceive/ That Plato´s is the truest poetry,/ And that these shadows/Are cast by the true.

  

Los ausentes

Ellos no están aquí. Y nosotros, nosotros somos Otros,
Marchamos sin estorbos bajo el sol
Que brilla tan sólo para nosotros.
Porque no están aquí
Y sabemos de ellos a través de la ausencia
Que se infiltra y nos cubre
Desde que aquí no están.
Ahora, en este reino de ocio veraniego
Donde extasiados por el sol soñamos
Y erramos olvidados de la luz
Y en el aire nos disipamos?
Es la ausencia quien nos acoge.
No tenemos contacto, nuestras almas
Vuelan hacia la ausencia en torno a nosotros
Porque somos los Otros.
Y lloramos a Aquéllos que no están con nosotros
Sin saber si nos duele o si es nuestro el dolor
Que sobrepasa todo pensamiento, memoria o duelo.
Lloramos por la pérdida de lo que no tuvimos,
Los anónimos, los desconocidos
Los que en su ausencia están siempre junto a nosotros
(Junto a nosotros, herederos, usurpadores
Que claman por el sol, por el reino del sol)
Sin saber que dolor y soledad
Traigan quizá una bendición sobre nosotros.
 

The Abscent: They are not here. And we, we are the Others/ Who walk by ourselves unquestioned in the sun/ Which shines for us and only for us./ For They are not here./ And are made known to us in this great absence/ That lies upon us and is between us/ Since They are not here./ Now, in this kingdom of summer idleness/ Where slowly we the sun-tranced multitudes dream and wander/ In deep oblivion of brightness/ And breathe ourselves out, out into the air-/ It is absence that receives us;/ We do not touch, our souls go out in the absence/ That lies between us and is about us./ For we are the Others,/ And so we sorrow for These that are not with us,/ Not knowing we sorrow or that this is our sorrow,/ Since it is long past thought or memory or device of mourning,/ Sorrow for loss of that which we never possessed,/ The unknown, the nameless,/ The ever-present that in their absence are with us/ (With us the inheritors, the usurpers claiming/ The sun and the kingdom of the sun) that sorrow/ And loneliness might bring a blessing upon us.

 

Merlin

Querido mago en tu guarida
Oculta en el diamante
Del día ¿habrá un cantante
Cuya voz sea capaz
De borrar el rastro que Adán
Dejó en la tierra y en el mar?
¿O un corredor más rápido
Que la alargada sombra de los hombres
Que se abra paso en la memoria
Para colgar del árbol la manzana?
¿Nos mostrará tu magia
La novia que duerme en su habitación,
El día envuelto en un monte de nieve,
El tiempo recluido en su prisión?
 

Merlin: O Merlin in your cristal cave/ Deep in the diamond of the day,/ Will there ever be a singer/ Whose music will smooth away/ The furrow drawn by Adam’s finger/ Across the meadow and the wave?/ Or a runner who’ll outrun/ Man’s long shadow driving on,/ Break through the gate of memory/ And hang the apple on the tree?/ Will your magic ever show/ The sleeping bride shut in her bower,/ The day wreathed in its mound of snow/ And time locked in his tower?

 

La tierra difícil

Es una tierra difícil. Las cosas se malogran
Sin importar en ellas cuánto empeño pongamos.
El grano muere, la maleza crece con vigor
El sol, la lluvia, el frío están contra nosotros:
Se diría que el mal flota en el mismo aire.
En verano crecidas, en invierno sequías.
Nuestros campos: kilómetros de un suave polvo estéril.
En engañosos días grises que auguran agua
Preparamos los bueyes, salimos al arado
Envueltos de una nube ocre,
El polvo que se eleva y cae tras de nosotros
Asentándose lenta y dulcemente.
Esos días la propia tierra parece triste y sin sentido.
Y cuando el día siguiente el sol arde con fuerza
Apretamos los puños y pateamos el suelo enfurecidos.
Tenemos sueños raros: de pie al alba
Miramos la deriva plateada de los astros
Convertirse en una flota de mirlos.
Y una vez en la vida, a inicios del verano,
Cuando el campo está tierno, llegan hombres de afuera
Que pisan el maíz y matan nuestros animales.
Sabemos de estas cosas; y con suerte o gobierno
Las superamos o sufrimos si tenemos que hacerlo.
Somos un pueblo. Estirpe y lengua nos sostienen,
Los ritos y costumbres ancestrales, el techo y los árboles,
Las canciones de nuestros triunfos y derrotas
(Fugaces por igual), continuidad del grupo y del fogón,
Nuestros nombres y vocación, el trabajo, el ocio y el sueño
Y algo que fue vencido pero que aún resiste.
Todo esto nos sostiene. Sin embargo hay momentos
En que identidad, nombre y aun las manos nuestras
Que trabajan a ciegas, se nos tornan odiosas
Y con gusto nos libraríamos de su carga
Para ingresar en nuestra noche por la puerta del trigo
Y el leve velo de la hierba (dejando atrás
Nombre, cuerpo, país, lengua, vocación, fe)
Hasta reunirnos con el secreto de una tierra
Abierta por arados perdidos en el tiempo.

Hemos tenido horas así que dejamos atrás
Gracias a rostros de bondad, gestos de fe en el dolor,
Y honestidad, coraje, cortesía, fidelidad,
Y al amor que perdura una vida. Y a los campos,
El mercado, la granja y el granero; otoño y primavera
(Pues podemos amar el circuito inhumano
De estaciones errantes) y a los muertos
Que en nosotros –en su lugar– se alojan
Desconocidos y extrañados. Porque ¿cómo podríamos
Dar la espalda a la última, demorada mirada moribunda
Que vuelve del otro lado del tiempo?
¿Y cómo avergonzar a los que viven y ofender a los muertos
Con este desaliento? ¿Cómo abstenernos del amor?
Es un país difícil, y es nuestro hogar.
 

The difficult land: This is a difficult land. Here things miscarry/ Whether we care, or do not care enough./ The grain may pine, the harlot weed grow haughty,/ Sun, rain, and frost alike conspire against us:/ You’d think there was malice in the very air./ And the spring floods and summer droughts: our fields/ Mile after mile of soft and useless dust./ On dull delusive days presaging rain/ We yoke the oxen, go out harrowing,/ Walk in the middle of an ochre cloud,/ Dust rising before us and falling again behind us,/ Slowly and gently settling where it lay./ These days the earth itself looks sad and senseless./ And when next day the sun mounts hot and lusty/ We shake our fists and kick the ground in anger./ We have strange dreams: as that, in the early morning/ We stand and watch the silver drift of stars/ Turn suddenly to a flock of black-birds flying./ And once in a lifetime men from over the border,/ In early summer, the season of fresh campaigns,/ Come trampling down the corn, and kill our cattle./ These things we know and by good luck or guidance/ Either frustrate or, if we must, endure./ We are a people; race and speech support us, Ancestral rite and custom, roof and tree,/ Our songs that tell of our triumphs and disasters/ (Fleeting alike), continuance of fold and hearth,/ Our names and callings, work and rest and sleep,/ And something that, defeated, still endures –/ These things sustain us. Yet there are times When name, identity, and our very hands,/ Senselessly labouring, grow most hateful to us,/ And we would gladly rid us of these burdens,/ Enter our darkness through the doors of wheat/ And the light veil of grass (leaving behind/ Name, body, country, speech, vocation, faith) And gather into the secrecy of the earth/ Furrowed by broken ploughs lost deep in time.// We have such hours, but are drawn back again / By faces of goodness, faithful masks of sorrow, Honesty, kindness, courage, fidelity,/ The love that lasts a life’s time. And the fields,/ Homestead and stall and barn, springtime and autumn./ (For we can love even the wandering seasons/ In their inhuman circuit.) And the dead/ Who lodge in us so strangely, unremembered,Yet in their place. For how can we reject/ The long last look on the ever-dying face/ Turned backward from the other side of time?/ And how offend the dead and shame the living/ By these despairs? And how refrain from love?/ This is a difficult country, and our home.

 

Entonces 

Entonces no hubo hombres ni mujeres
Sino la carne sola,
Sombras enfurecidas luchando en las paredes
Que de a ratos liberan un quejido
A través de la cal y de la piedra
Y sudan como madera de pino
Algo que parece pero no es sangre.

Con cada nueva gota
Deja el muro una sombra.
Todo se calma
Hasta que otra se alista,
Lucha e imprime su marca de sangre en la pared.
Y eso es todo, la sangre lo es.
De haber mujeres habrían llorado
La pobre sangre indeseada, sin dueño,Blanca como una frase que se olvida.
El muro está embrujado
Por mudas maternales presencias que al gemir
Agitan y estremecen la pared y las sombras
Como si la violencia de la muerte fuera a morir.
 

Then  There were no men and women then at all,/But the flesh lying alone,/ And angry shadows fighting on a wall/ That now and then sent out a groan/ Buried in lime and stone,/ And sweated now and then like tortured wood/ Big drops that looked yet did not look like blood.// And yet as each drop came a shadow faded/ And left the wall./ There was a lull/ Until another in its shadow arrayed it,/ Came, fought and left a blood-mark on the wall;/ And that was all; the blood was all./ If there had been women there they might have wept/ For the poor blood, unowned, unwanted,/ Blank as forgotten script./ The wall was haunted/ By mute maternal presences whose sighing/ Fluttered the fighting shadows and shook the wall/ As if that fury of death itself were dying.

 

No hay nada aquí

No hay nada aquí que pueda tomar entre mis manos.
El arado, las riendas del caballo, los campos,
Quedaron atrás, fuera de mi alcance.
Pero aún llevo conmigo la arcilla y el intenso olor
A ganado, boñiga y turba, y sobre todo
El sabor en mi boca de un trago de aguardiente.
Estoy hecho para estas cosas. Devuélvanme.
Ni siquiera se puede encontrar una sombra aquí.
¿Cómo vivir sin sombra ni sustancia?
¿Me trajeron porque obedientemente
Leí la Biblia los domingos
Y me dormía durante el sermón? Cumplía mi deber.
Pero al anochecer
Llevaba a los muchachos a través del estrecho
A buscar compañeras en otras islas. ¡El verano!
¿Cómo podría vivir sin verano? Y los fardos de trigo
Que parecían tumbas amarillas bajo la luna
Tan bonitas y extrañas y tristes al atravesarlas
Para ir a charlar a la choza con un amigo:
Historias de otros tiempos, anécdotas curiosas
Que podría contarles…Y después
Deambularíamos entre las granjas
Visitando muchachas, hasta entrar
Por una ventana entre muchas hasta el amanecer.
Pero no es charla para este lugar. Y todavía pienso
En el atardecer después de un largo día de trabajo…
 

There’s nothing here // There’s nothing here I can take into my hands./ Oh, for the plough stilts and the horses’s reins,/ And the furrows running free behind me./ The clay still clings to me here, and the heavy smell/ Of peat and dung and cattle, and the taste of the dram/ In my mouth, the last of all./ These things are what I was made for. Send me back./ There is not even a shadoe here. How can I live/ Without substance and shadow? Am I here/ Because I duly read the Bible on Sundays/ And drowsed through the minister’s sermon? I knew my duty./ But in the evening/ I led the young lads to the orra lasses/ Across the sound to the other islands. Summer!/ How can I live without summer? And the harvest moon/ And the stooks that looked like little yellow graves, so bonny/ And sad and strange, while I walked through them/ For a crack with Jock at the bothy: old-farrant stories/ He had, I could tell you some queer stories. And then we woul dander/ Among the farms to visit the lasses, climb/ Through many a window till morning. But that’s no talk/ For this place. And then I think of the evenings/ After the long day’s work…

  

El laberinto

Desde el día en que pude salir del laberinto,
Turbado por el eco de sus altos pasillos,
De tantos recovecos que temí
Encontrarme a mi mismo al doblar una esquina,
A mí o a mi fantasma, pues nada fue real
Una vez que dejó de crujir la hojarasca
Bajo el peso del toro caído a mi lado,
Y yo manchado en sangre, no podría decir si vivo o muerto,
En el vacío del crepúsculo (¿era
Una sombra que busca su cuerpo en los caminos
Intrincados del Hades?) – desde que salí al mundo,
Y vi las breves flores en los campos antiguos,
Los renuevos brillantes de los árboles, las colinas, el mar,
Y todo en movimiento bajo el cielo,
Pastores y rebaños, pájaros, y los jóvenes y ancianos
(Miré asombrado a jóvenes y ancianos,
Porque en el laberinto el tiempo no existía;
Me extravié, al parecer, más allá de estaciones y de soles
Más allá del reposo, del tránsito, del cambio,
Ya que no podía decir, en fin,
Si estaba quieto o si me desplazaba; el laberinto mismo
Girando sobre su eje misterioso
Me arrastraba hacia su contrario dócilmente:
El adorable mundo) – desde que al fin salí,
Hay momentos en que aún escucho el eco
De mis pasos en esas galerías, y en que todo, las rutas
Que corren a lo largo del bullicio del mundo
Y se unen y separan, y salas que se abren
A otras salas –siempre una sala más–,
Y escaleras, pasajes y antecámaras
Que vacías esperan alguna gran audiencia,
La estela en el mar que se abre y se cierra,
Rastros indescifrables, escondidos,
Senderos en la tierra, túneles subterráneos,
Y en el aire la huella de los pájaros – todo
Parecía parte del gran laberinto. Y luego, de repente,
Me encuentro enceguecido, casi me echo a correr
Como si el laberinto me siguiera
Y fuera a darme alcance. Pero tranquilizándome
Me digo: “No te apures. No hace falta.
Te hallas en tierra firme, las rutas se abren libres frente a ti.”
Y mi genio maligno se burla: “Es cierto, no te apures.
No hay necesidad de ello. Partir, permanecer,
Da igual en este mundo ya que no existe una salida,
No hay lugar adonde ir, y tu terminarás donde te encuentras,
Sumergido en el centro del laberinto inacabable.”


Yo no puedo vivir si esto es verdad.
Es un mundo posible, tal vez; pero hay otro.
Ya que en un sueño o trance vi a los dioses
Cada uno sentado en la cima de sus islas-montañas
Mientras pequeños barcos navegan a sus pies,
Y en los puertos pululan multitudes,
Y los pastores llevan sus rebaños al campo,
Y prosiguen las fiestas, cumpleaños y nupcias,
La siembra y la cosecha, vida y muerte,
Todo aceptado y dentro de los planes,
Claro y seguro como en un sueño límpido.
Pero los dioses, como grandes nubes brillantes
Que flotan sobre el mar sereno,
Mantienen a través de los estrechos, en un tono tranquilo,
Un infinito diálogo pacífico
Donde todo se trama y nuestras vidas
Son un profundo acorde en ese diálogo,
La entonación sencilla de palabras en orden,
Sílabas espontáneas que le dan cuerpo al mundo.


Este es el mundo real; lo toqué alguna vez
Y ahora lo recordaré por siempre.
Pero el engaño, el laberinto, el resto
Bruto de la simulación, las rutas
Que corren sin hallar nunca un final,
Por el error tapiadas; de todo ello no me habría escapado
Si mi alma no tuviera alas de pájaro para volar.


Hondas como la vida son estas decepciones.
Anoche tuve un sueño: volvía al laberinto,
Y despertaba lejos. No reconocía el lugar.
 

The Labyrinth: Since I emerged that day from the labyrinth,/ Dazed with the tall and echoing passages,/ The swift recoils, so many I almost feared / I’d meet myself returning at some smooth corner, / Myself or my ghost, for all there was unreal / After the straw ceased rustling and the bull / Lay dead upon the straw and I remained, / Blood-splashed, if dead or alive I could not tell / In the twilight nothingness (I might have been / A spirit seeking his body through the roads / Of intricate Hades ) — ever since I came out / To the world, the still fields swift with flowers, the trees / All bright with blossom, the little green hills, the sea, / The sky and all in movement under it, / Shepherds and flocks and birds and the young and old, / (I stared in wonder at the young and the old, / For in the maze time had not been with me; / I had strayed, it seemed, past sun and season and change, / Past rest and motion, for I could not tell / At last if I moved or stayed; the maze itself  / Revolved around me on its hidden axis / And swept me smoothly to its enemy, / The lovely world) — since I came out that day, / There have been times when I have heard my footsteps / Still echoing in the maze, and all the roads / That run through the noisy world, deceiving streets / That meet and part and meet, and rooms that open / Into each other — and never a final room- / Stairways and corridors and antechambers / That vacantly wait for some great audience, / The smooth sea-tracks that open and close again, / Tracks undiscoverable, indecipherable, / Paths on the earth and tunnels underground, / And bird-tracks in the air — all seemed a part / Of the great labyrinth. And then I’d stumble / In sudden blindness, hasten, almost run, / As if the maze itself were after me / And soon must catch me up. But taking thought, / I’d tell myself, “You need not hurry. This / Is the firm good earth. All roads lie free before you.” / But my bad spirit would sneer, “No, do not hurry. / No need to hurry. Haste and delay are equal / In this one world, for there’s no exit, none, / No place to come to, and you’ll end where you are, / Deep in the centre of the endless maze.” / I could not live if this were not illusion. / It is a world, perhaps; but there’s another. / For once in a dream or trance I saw the gods / Each sitting on the top of his mountain-isle, / While down below the little ships sailed by, / Toy multitudes swarmed in the habours, shepherds drove / Their tiny flocks to the pastures, marriage feasts / Went on below, small birthdays and holidays, / Ploughing and harvesting and life and death, / And all permissible, all acceptable, / Clear and secure as in a limpid dream. / But they, the gods, as large and bright as clouds, / Conversed across the sounds in tranquil voices / High in the sky above the untroubled sea, / And their eternal dialogue was peace / Where all these things were woven, and this our life / Was as a chord deep in that dialogue, / As easy utterance of harmonious words, / Spontaneous syllables bodying forth a world. // That was the real world; I have touched it once, / And now shall know it always. But the lie, / The maze, the wild-wood waste of falsehood, roads / That run and run and never reach an end, / Embowered in error — I’d be prisoned there / But that my soul has birdwings to fly free. // Oh these deceits are strong almost as life. / Last night I dreamt I was in the labyrinth, / And woke far on. I did not know the place.