Tiempos peligrosos (para escribir)

Osías Stutman [1]

 

 La nueva visión

 

Treinta años sin escribir
me dictan palabras de recién nacido

y “grande es la culpa del recién
nacido” cuando se sueña
con flores frescas, frías, atónitas
que envuelven la frente que
separa el agua fresca. Ahora
son tiempos en que separar
el agua es maravilla y asombro,
parece imposibilidad, impedimento,
pero es el verdadero secreto
de la cabeza sumergida,
respirando agua.

 

La intranquilidad

El aire huele raro y hay ahora presagio
de invasiones. El jardín cambia
de forma, su puerta se achica. Ahora
veo otra vez a Durero en Florencia

con un cardo entre los dedos
y ya no me tranquiliza su mirada
y el cardo morado, violeta, es salón
irrespirable donde el poema no se dice.

Este texto me traiciona, huye hoy
de mi amor y se retira. Alejado, retorna
ejemplar sin cercanía. Crea el desorden,

las mas calientes discordancias ante mis ojos,
en la casa familiar o fuera, cerca y lejos.
Sirviendo a todos los dioses y a sus siervos.

 

El castigo

La poesía es mi castigo,
es personaje diario
de espuela y fusta leve.
Hoy y ayer su recuerdo

no me dejó respirar. Toco
sin retener en la mano
y las cosas se rompen
al contacto. Hoy me rodea

un mundo agitado, mundo
enemigo que se aleja
cada vez más de mi casa.

Miro perplejo ese cambio
y los agudos sonidos que produce
en el habla común.

 

Tiempos peligrosos (para escribir)

Si comprendo sin entender
al africano cantando (en su idioma)
debo seguir escribiendo insistente
para el mundo o el académico
y el sentimental en su nido.

Son tiempos peligrosos
cuando la tierra se mueve,
nos tumba y el cielo asusta
con el viento frío, ese viento
de las cuatro de la mañana

que tanto miedo da y me despierta
con sombra de muerte. Son tiempos
de vender lo ya vendido, de mirar
el mar en Bohemia o en Ohio,
o en Tandil, cuando septiembre

mi septiembre no llega. El As negro
es carta buena. Me lleva a la tierra
prometida. Miro mano y carta y el ojo
pardo. Ya perdí. Miro el dedo
que señala el As en la mesa. Pierdo

y gano. Viajo al sol y gano
con el As negro. Hago una trenza
con mi pelo. Quiero tocar tambores,
disparar un cañón. El gran gregario
se apaga ya. La inspiración

es inconstancia, es la Dama Fortuna,
lamento y consuelo y remedio simple
que ahoga penas y desgracias. Escribir
es corregir, crear un suspiro entrecortado
que nos permite respirar.

 

Siete poemas (de 44 Cuartetas)

 

4. 

 La noche huele a gente escribiendo
y en el Norte piensan en el Sur.
La madurez llega cuando quiere
pero no ayuda y es como una boda continua.

 

23.

 Escribo en lengua que no existe
para que sólo me entiendan
los que no quieren entender.
Sólo el secreto se aprende.

 

33.

 Figuras marginales creen
hacer filosofía narrativa,
escribiendo en esta silenciosa noche
oscura y tan duradera.

 

38.

 Narrar vida en poesía es decir
que todo es comprensible sin serlo.
No llena ningún vacío ni explica
gerundio. No alimenta a nadie.

 

39.

 La espalda de la intrusa es lo que vemos
y ella nunca nos mira. Esa espalda que huye
cuando nos acercamos. La celebridad
es así, como la huída de la intrusa.

 

42.

 Hay fulgor cuando habla. Ser poeta
es ser sorpresa, dice. Siempre pierdo
lo que encuentro y siempre lo vuelvo
a encontrar. Como el silencio roto.


44.

 Digo “tres” o “siete” y eso sí
se entiende. Tendría que haber
escrito todos los poemas así. Tan
simples. Pero ya no es posible.

 

Admiración (a Berkeley)

El mundo existe porque yo lo veo. Por
lo tanto yo existo porque alguien me ve.
Si elimino al vidente que me ve me elimino
a mí, el objeto visto por el otro. Cada
vez que mi vidente cierra los ojos
yo desaparezco de su vida y de la mía.

  

Homenaje a Paul Celan

¿Cómo puedo vivir
sabiendo que cuando
muera alguien
me robará los zapatos?

¿Cómo puedo vivir
si sé que cuando
muera alguien
me robará los zapatos?

Celan asocia la “compulsión a la repetición”
con un camafeo. Y el camafeo me mira
irónico como ese busto de Voltaire
que no es. Y me obliga a repetir.

¿Cómo podían vivir
sabiendo que al
morir alguien
les robará los zapatos?

Es “la danza de dos palabras”
o tres que repito con emoción, una
dos, tres, y todas las demás que
me asocian a mundos ajenos.

¿Cómo podemos, nosotros,
vivir sabiendo que al
morir alguien
les robaba los zapatos?

 

Tres poemas
de “Trece poemas del fin de año de 2008” 

I

El poema muere
en el silencio, sin
la voz que lo lee.
Miles de poemas muertos
dentro de los libros no leídos
en la grandiosa biblioteca
o en la pequeña municipal
son el cementerio verbal
con sus sílabas desencajadas
de palabras nunca dichas
de poemas leídos o no
pero nunca pronunciados
ni oídos en alta voz por
nadie. Triste destino perdido. 

VI

¿Para qué sirve el arte?
El arte sirve para pensar.
¿Para qué sirve pensar?
Pensar sirve para vivir.
¿Para qué sirve vivir?
Vivir sirve para pensar,
para inventar el mundo,
para olvidarlo luego, así
como ahora, sin pensar.
Y luego tratar de recordar.

 

XIII

El poema
es el espacio
más libre que
podemos imaginar.

Tendría que serlo
aunque muchas veces
no lo es. Hay poetas
que se encadenan

con más saña que
el más cruel verdugo.
Poetas que eligen
su modelo de yugo
o bozal ceñido,
a pesar de la libertad
que ofrece el espacio
del poema comenzado.

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Osías Stutman (Bs. As. 1933) ha publicado los siguientes libros de poemas: Los sonetos (de Gombrowicz) (1977), Los fragmentos personales (1998), 44 cuartetas (2008) y La vida galante y otros poemas (2008). >>