Narración

Carlos Battilana [1]

 

Anotación física

Como si el lenguaje fuera indeleble, como si no admitiera falta de tensión, como si la falta de tensión fuera una decisión o una voluntad, me retiro de ese razonamiento falso, recuerdo con estoicismo la vaga llanura, el bosque inextricable, los largos y espesos ríos con que la materia comercia y trabaja.

 

El viento

Hace siglos el viento atraviesa el lugar: ni los árboles del monte han podido detener las horas acumuladas como en un tonel. Dos, tres niños juegan en la plaza del ferrocarril y se hacen señas duraderas. Pasea la tierra por alguna calle lateral, y miro con cierta fascinación cómo el aire puede hacer del tiempo un pedazo de materia.

 

Infancia

Hace rato que el sol está en el aire. No he dormido casi, los trabajos de la noche han sido muchos…¿cómo tomaré esta mañana el desayuno? Trabajar en la minuciosa letra, en el polvillo minúsculo. Ha pasado el tiempo: recuerdo la escena escolar, mi pavoroso pudor, mi miedo a la exposición. Años de discurso no han podido socavar la brillosa piedra de la memoria: la escena en que el aprendizaje, Dios, eran posibles; los días se volvían infinitos, sin cálculo. Amar, ¿cómo aman los Otros? ¿La Otra? Hace rato, sin consuelos por el decoro del día, alimento la liturgia del instante. Jesús, Judas, San Pedro: las imágenes de mi infancia no han olvidado sus llagas, el relato sombrío de la traición, el canto del gallo.

 

Una pieza

Toco a mi mujer. Nos besamos, rastreamos en la piel el punto ignorado de la felicidad. Hallamos tramos de la infancia en la saliva, en la oscura ternura de nuestro abrazo, y el deseo se circunscribe a tomarnos de la mano como dos personas que se acarician amorosamente, que comprenden el lapso pequeño que los días le han asignado. Como una guerra perdida, miramos el sol del sur, vamos en busca de un pozo al que llamamos nuestra intimidad.

 

Cenas

Es diciembre. Los almuerzos y las cenas comienzan a abundar. Saludan todos el año que se va, y como un film antiguo, recordamos que el presente nos sostiene en un cielo blanco. Los gestos, las ínfimas sonrisas, la escasa duración de estar juntos acompañan las horas, y los días. Procuramos estar bien, procuramos sonreír. Nos abrazamos, como se abrazan las plantas y los árboles. Decimos adiós, hablamos con palabras, movemos las manos, recordamos que el pasado fue una piedra dura de roer. Aquí estamos, sin mayor éxito, desgastando los minutos, o los segundos, nuestras pequeñas horas doradas.

 

Sitio de la Memoria

Lo que más deseaba, recostar mi cuerpo junto al mar, no ha sido posible. Tuve que administrar cada una de las horas como si fueran piedritas, o lajas, y casi no puedo descansar…Dios del Invierno, ¿qué hacer? Beso la piel de mis amados, pero no alcanza…Leo las palabras de Jesús, y como si sus palabras fueran escritas en la arena, interpreto lo escaso del Sentido…Como un polvo acumulado por años, me pregunto sobre las palabras Gólgota, Evangelio, Nazareth…La imagen de Jesús escribiendo en la arena, la imagen de un hombre escribiendo una palabra desconocida…Hacia ese sitio de la memoria vuelvo mis ojos, una y otra vez.

 

Oración

Hijo del corazón, no podemos participar de las fiestas ni de la quietud de las ceremonias…Acumulo energía para detener tu cuerpo, y rezo -como un ave que desea un lecho- para besar tu mejilla, y no me perdono, ni siquiera un poco, mi estridencia, mi impaciencia, el libre albedrío del Adelantado que avanza en tierras sin ley, sin saber qué ni cómo se conquista. Atesoro los segundos para detener el aire, pero el viento ya no se contiene, y la vida arrastra toda su tempestad, aun lo más negro. ¿Con qué ojos mirar aquello que no deseamos? Mi cuerpo se halla intacto, pero mis palabras carecen de fuerza, de longitud, no son más que transporte de aire en el aire…La debilidad ha sido cruel: hizo de tu cuerpo un bloque hostil de materia.

 

El aire

Miro en los pocos ratos de esta estación la parte más escasa de mi vida. Como si mi hijo enfermo fuera una falta, como si su energía no tuviera sentido, y no completara la “responsabilidad” de la vida, detengo el aire que respiro. Entonces, miro a mi otra hija, mi hijita de dolor, de amor, y pregunto ¿con quién dialoga? ¿con quién dialogará? Busco en mis bolsillos monedas, papeles, pequeños ramos…Pregunto al aire por sus signos difusos, por su plumaje suave, y algo, tan siquiera una piedra pequeña, responde por los hijos que no tuve…Qué debilidad la de administrar las horas, silenciosamente. Si compruebo la falta de algo, me digo ¿qué hice de la vida que falta?

 

Cielo de humo

Escucho la respiración silenciosa, hago de este momento un pequeño temor. Sobre las piedras calientes de la memoria puedo tocar acontecimientos, sucesos infantiles, ojos que el frío ha detenido. Eso permanece reclinado como en un sueño; pero sobre todo, lo que permanece, es la violencia televisiva, la imagen que el país devolvía desde aquella pantalla negra. Allí, mi padre protegía una especie de narración, mientras yo, en la tercera fila, leía grandes letras de los libros amarillos, y con “constante sobresalto”, al mismo tiempo, detectaba voces ardientes en otro lado. En ese universo de sombras los días ocurrían.

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Carlos Battilana (Paso de los Libres, Corrientes, 1964) ha publicado los siguientes libros de poemas: Unos días (1992), El fin del verano (1999), La demora (2003) y El lado ciego (2005). >>