En descargo de un poeta que envejece

Rogelio Ramos Signes [1]

 

Aniversario

Y de pronto
         sin darme cuenta
me volví viejo
y me sentí cansado
y no reconocí mi cama
y busqué huellas
donde ya se habían borrado
           con un quitahuellas
            fabricado en Corea
y un ridículo pajarito
llamado Manantial
pasó volando
a ras del tendedero
con un cartelito en el pico
que decía «c´estfini»
y puse un disco de Los Beatles
y lloré,
y alguien corrió en el patio de tierra
          (sin consuelo)
gritando que la abuela se moría.

 

Apuntes de un diálogo prohibido

Ese día hablé mucho.
Hablé con mis hijos.
Hablé con una vecina que vende confituras.
Hablé con mi conciencia.
 Hablé por la radio.
Le hablé a un hombre que no puede pronunciar la palabra
«etcétera».
Le hablé a Dios.
«¡Bien! ¡Muy bien!» dijeron
los acólitos del templo—.
El hijo descarriado, ¡la manzana podrida.
la oveja negra ha vuelto al redil.
El odioso descreído
le ha hablado al Señor.
Hermanos,
démosle la bienvenida».
Y me llevaron en andas
y me depositaron al pie de la pila bautismal (que estaba seca).
Pero esa tarde, después del viento
después de la siesta de las 3
de la clase de las 4, del té de las 5
de la función de las 6,
Dios me contestó.
«La semilla que germina entre las piedras
—me dijo— también dará sus frutos»
lo que en su lengua metafórica
significa «Persevera y triunfarás»
palabras de aliento.
«¡Mal! ¡Muy mal!»— dijeron los acólitos del templo—.
El hijo descamado, el estúpido del pueblo
ha sido amonestado por el Señor
como correspondía.
Él. en su sabia lengua metafórica.
le ha dicho que sobre el agua del charco
(que es su enferma cabeza)
también puede brillar el sol
(que es su mano caritativa y justiciera)».
Y ese atardecer seguí hablando mucho.
Volví a hablar con mis hijos.
Volví a hablar con la vecina que vende confituras.
Volví a hablar con mi conciencia.
Volví a hablar con Dios.
Y los acólitos del templo me miraron con recelo:
«¿Qué se trae éste bajo el poncho?»
Y Dios, del que dicen que nada se le escapa
y que también estaba un poco asustado,
me habló otra vez,
largamente me habló

en silencio, como dicen que habla Él cuando habla.
Pero nadie se enteró.
Y, noche cerrada ya,
volvieron tranquilos a sus casas,
al merecido descanso
de unas sábanas limpias y perfumadas.
Es que un día íntegro
dedicado al odio y a la desconfianza
agota a cualquiera.

 

Ars poética vespertilia

Todavía sentado a la mesa de lo sobrevivientes
declaro mi deuda con medio centenar de poetas
a los que aún no he leído.
Los notarios de la literatura pueden fraccionar mi cuerpo
en tantas partes como la ley lo crea conveniente
y/si algo queda de mí /
un dedal de tierra me espera al final de este camino.

Reconozco haber pecado de melancolía
en cinco de cada siete versos escritos
en siete de cada siete versos pensados
y en diez de cada siete versos asumidos.
Sin pudor ni control abusé de las palabras,
de su malevolente representación de la vida.
Pequé de alusión
nombrando a cada cosa por su imagen.
Parodiando a cada objeto en su espasmo fisiológico
pequé por omisión.
Reclamé amores, papeles y linternas.
Sobre los bordes de un jardín humillante de tan verde
tatué axiomas que caducaron a la medianoche.
Blasfemé, escribí cartas, dormí entre los muertos
 y / como quien es parte de una fábula /
me levanté temprano. Preparé las valijas.

Todavía sentado a la mesa de los indelebles
y temiendo preguntar por los que faltan,
declaro en contra de mis pocos aciertos
buscando el camino
a no sé qué cielo de portentos largamente prometido.

El vampiro de mi poesía
yace a los pies de una estatua de Quevedo.

 

Cueca de la palabra “muerte”

Yo era el que hacía los paquetes.
Yo era el que (cuando la canción decía
«suelta el remo y ven a mis brazos»)
                                               gritaba
«que te quiero degollar».
Yo era un argentinito típico
disfrazado de charro en las fiestas escolares
/ un mocolillo
/ un matuasto (zum zum) en medio de la siesta. Y
Yo era el que entraba al baño de las niñas
preguntando
                    «¿quién vive?»
el inspector González
/ el inglés de los güesos.
Yo era César El Capitán Sin Miedo
                                         pero con miedo
/ el primer Emotivo Anónimo de esta sociedad de consumo
/ el niño Bidú / el ultimo de los Vargas.

En las noches de luna intensa
                                            todavía
suelo armar paquetes que nada contienen
mientras esa gata en celo corre sobre los techos.
El olor profundo de la Hierba Luisa
penetra en mi almohada
           como la palabra «muerte»
           (como la palabra «fogueira»)
en un romance gótico
donde la doncella languidece y desmaya.
Por lo demás (depresivo y errático)
sigo siendo un argentino típico
                        un español sin mezcla / sin calma
que custodia la fuente
donde la muchacha ciega y el monstruo conversan.

 

Danza por las lombrices de «AngostitoBeltrán

 La tierra húmeda y nutritiva
es una entelequia.

Pienso en los hijos de mis hijos
               mendigando en los basurales.
Pienso en los padres de mis padres
               rasurándose a filo de pala.

La vida no ha sido fácil para nosotros.

Fuimos centinelas feroces de las hortalizas
y seremos vergonzosa cicatriz
en una lidia donde sólo hablen los cuchillos.

Pienso en los hijos de mis hijos
               nadando en una charca que agoniza.
Pienso en los padres de mis padres
               prolongando el trayecto
               de los viejos laberintos.

La vida no ha sido fácil para nosotros.

Siempre habrá un anzuelo
balanceándose en las pesadillas de la familia.

La tierra húmeda y nutritiva
es una entelequia.

 

En descargo de un poeta que envejece

Cuando sobre la palabra «poesía»
                                            lea «poseía»
cuando por decir «alertados»
                              diga «aletargados»
              «dietético» por «didáctico»
                    «estupor» por «estupro»
                      «secuela» por «escuela»
                «tintorero» por «timorato»
        «cementerio» por «centenario»
habré ingresado lentamente
en la parte joven de mi vejez.

Cuando por leer «pabellón»
                            lea «paella»
significará que también tengo hambre
(o que extraño a mi madre),
cuando sobre la palabra «honor»
                     lea la palabra «horror»
                                  sobre «felicidad»
                               ponga «ferocidad»
                         y por decir «esperar»
                            sólo diga «espesor»
habré puesto un pie
en el primer tramo de mi última escalera.

Cuando por suplicar «perdón, perdón
                                    estaba equivocado»
            sentencie «ya no te queda salida,
                               mejor date por muerta»
deberán encarcelarme.

Cuando en el afán por leer la palabra «mujer»
                                              lea la palabra «manjar»
 deberán dejarme en libertad
                     o condenarme a cadena perpetua
según el recto entender de los señores del jurado.

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Rogelio Ramos Signes (San Juan, 1950). Libros publicados: Las escamas del señor Crisolaras (1983), Diario del tiempo en la nieve (1985), En los limites del aire (1986), Soledad del mono en compañía (1994), Polvo de ladrillos (1995). El ombligo de piedra (2000), En busca de los vestuarios (2005). Estos poemas pertenecen al libro inédito La Casa de Té. >>