Catulo: Poema 68

Nota y versión de Arturo Álvarez Hernández


De los muchos “experimentos” poéticos de Catulo (84-54 a.C.) el poema 68 fue, seguramente, el más fecundo en consecuencias para la poesía latina. Antes de ese “experimento”, la elegía (poema de mediana extensión compuesto en estrofas formadas por un hexámetro seguido de un pentámetro) no había sido utilizada por poeta alguno, ni griego ni latino, para desarrollar un discurso amoroso autobiográfico (o pretendidamente tal). Después del “experimento” catuliano, Roma ve aparecer, en apretada sucesión, cuatro libros de Amores de Cornelio Galo (que no llegaron a nosotros), dos libros de Tibulo, cuatro libros de Propercio (tal vez cinco, como quería Lachman y como tienden a creer algunos estudiosos actuales) y ocho libros de Ovidio (tres de los Amores, que eran cinco en la primera edición; tres del Ars amatoria, el de Remedia amoris y el de Medicamina faciei feminae), todos compuestos, total o parcialmente, de elegías que desarrollan discursos amorosos autobiográficos (o pretendidamente tales).

¿En qué consistió el fecundo hallazgo catuliano?  Consistió (me atrevo a simplificar) en construir un poema amoroso de gran envergadura cruzando, fundiendo, materia sentimental personal y materia erudita literaria. En el poema 68 el dolor del poeta por la muerte de su hermano y la evocación (con algo de nostalgia) del enamoramiento y primer encuentro con Lesbia, se ven sorprendentemente agigantados mediante el aporte de exempla mitológicos: el más destacado, el precipitado matrimonio de Laodamía con Protesilao y la muerte del héroe al desembarcar en playas troyanas.

La compleja construcción, organizada en anillos concéntricos, contempla, en una primera órbita (vv. 1-50 / 149-160), el diálogo epistolar con un amigo (¿Manio Alio?), quien, aquejado por penas de amor, ha pedido a Catulo un poema de consuelo; Catulo argumenta su imposibilidad de acudir en ayuda del amigo por estar él mismo atravesando una circunstancia penosísima (la muerte de su hermano en lejanas tierras) y por estar en Verona, su ciudad natal, lejos de sus libros (el poeta ya residía habitualmente en Roma); a pesar de ello, decide homenajear al amigo, con un poema que recuerde por siempre la ayuda decisiva que éste le prestó para que pudiera gozar de sus amores con Lesbia.

En una segunda órbita (vv. 51-72 / 131-148) el poema desarrolla el antes y el después que el favor prestado por el amigo (la casa para los encuentros furtivos de los amantes) marcó en la relación de Catulo con Lesbia: antes de la intervención del amigo el padecimiento (Catulo describe sólo el suyo pero es de suponer que ambos amantes padecían) por no poder satisfacer el ardiente deseo; después de la intervención del amigo, la constitución de un vínculo particular de los amantes, que es, claramente, el de una relación adúltera (Lesbia es casada) pero, al mismo tiempo, pretende constituirse en compromiso de íntima entrega mutua. 

En la tercera órbita (vv. 73-86 / 105-130) la evocación del mito de Laodamía y Protesilao aporta el exemplum de una pasión que no conoce límites y que, por ello, se hace pasible de castigo: la muerte de Protesilao en las playas troyanas y el extremo sufrimiento que ella acarrea a Laodamía son presentados como el castigo que reciben los amantes por su precipitado matrimonio antes de la partida del héroe a Troya.

La cuarta órbita (vv. 87-90 / 101-104) evoca la guerra de Troya misma, vinculada, por un lado, con la muerte de Protesilao, pero que Catulo, por otro lado, vincula también con la muerte de su hermano, ocurrida en las cercanías de la célebre ciudad. Troya se constituye en sinónimo de muerte y, además, de muerte provocada por una relación adúltera, la de Paris y Helena.  

En el centro de las órbitas (vv. 91-100) el grito de dolor del poeta por la muerte del hermano y por la lejanía física de sus restos. Se reiteran aquí, casi textualmente, versos que, en la primera órbita (vv. 21-24), aportaban una de las razones por las que el poeta se veía impedido de satisfacer el pedido del amigo. Tal recurrencia probablemente es una forma de indicar que el canto ofrecido al amigo no es lo que el amigo había pedido sino lo único que Catulo, en medio de su dolor, está en condiciones de dar. 

Esta somera descripción supone de mi parte un posicionamiento respecto de varios problemas textuales que la crítica ha discutido infatigablemente y seguirá discutiendo. De estos problemas dos son muy notorios y no pueden dejar de mencionarse: la unidad del poema y su o sus destinatarios. Muchos editores entienden que lo transmitido como poema 68 son, en realidad, dos poemas, uno constituido por los vv. 1-40, y el otro constituido por los vv. 41-160. Dichos editores consideran, además, que cada uno de estos poemas está dirigido a una persona diferente: a Manlio (que sería Manlio Torcuato) el primero, a Alio (persona desconocida) el segundo. La discusión supone decidir acerca de unas cuantas lecciones del texto transmitido, lo que, naturalmente, no es asunto para tratar aquí. La posición que yo adopto, que se remonta a Lachmann, es la de que se trata de un solo poema, dirigido a una misma persona (desconocida para nosotros), de nombre Manio Alio. A esta posición se le ha objetado que, en el uso latino (Catulo incluido), una persona era nombrada: a) con el nomen (por ejemplo, Valerio), b) con el cognomen (por ejemplo, Catulo), c) con el praenomen y el nomen juntos (por ejemplo, Cayo Valerio), pero nunca sólo con el praenomen (por ejemplo, Cayo). En nuestro caso Catulo estaría nombrando a su amigo sólo con el  praenomen Manio en los vv. 11 y 30, y pasaría a nombrarlo con el nomen Alio en el resto del poema. La objeción es seria, pero no es más seria que las que pueden formularse a todas las demás soluciones que han sido propuestas hasta ahora.
 

He procurado acercarme al dístico elegíaco a través del octosílabo castellano. A cada verso latino corresponden dos octosílabos, dispuestos gráficamente a modo de hemistiquios. La diversa cadencia del hexámetro y el pentámetro procuro marcarla dándole casi siempre final acentuado a los dos octosílabos que traducen cada pentámetro. En el arduo trabajo me he valido abundantemente de los consejos de Ricardo Herrera.

Las líneas de puntos indican lagunas de la transmisión manuscrita. El verso 47, escrito en cursiva, cubre con un texto conjetural una laguna del texto transmitido. He introducido espacios en blanco entre algunos versos para destacar lo que entiendo son unidades internas de la composición.

Sigo el texto latino ofrecido por Paolicchi (I Carmi, A cura di Luciano Paolicchi, Introduzione di Paolo Fedeli, Roma, Salerno Editrice, 1998) quien, a su vez, sigue la edición crítica de Mynors (C. Valerii Catulli Carmina, Recognovit brevique adnotatione critica instruxit R. A. B. Mynors, Oxonii, E Typographeo Clarendoniano, 1958).

  

Poema 68

Que me mandes, agobiado / por la suerte y un suceso
           amargo, esta nota que es / lágrimas sobre papel,
para que al que está arrojado / a un mar de espumosas olas
           socorra yo y del umbral / de la muerte traiga acá;
porque ni la santa Venus / reposar en blando sueño                                  5
           le consiente (y es que está / solo, en lecho sin amor),
ni las Musas con el dulce / canto de antiguos poetas
            lo alegran, cuando sin paz / su mente velando está:
todo esto me agrada, porque / me llamas tu amigo y pides
            de aquí el obsequio que las / Musas y Venus me den.                    10
Pero a fin de que mis penas / no te sean, Manio, ignotas
            ni, que rechazo el deber, / pienses, de hospitalidad,
conoce en cuáles oleajes / de la fortuna me anego,
            y de este mísero un don / dichoso no pidas más. 

Aquel tiempo en que la toga / pura recién me habían puesto,                  15
            y una feliz estación / cumplía mi vida en flor, 
me di a muchas experiencias: / de mí no ignora la diosa
            que al dulceamargo placer / mezcla la preocupación.
Pero el dolor por la muerte / de mi hermano estos afanes
            tronchó. ¡Hermano, ay de mí! / ¡Me faltas, pobre de mí!               20
Tú, al morir, has quebrado, / hermano, tú, mis solaces;
            contigo todo el hogar / nuestro enterrado quedó;
todas contigo murieron / de una vez mis alegrías,
            que nutría con dulzor, / mientras vivías, tu amor.
Yo expulsé, por su partida, / de todo mi pensamiento                                25 
            estos afanes y mil / delicias del corazón. 

Por eso, lo que me escribes / (que estar en Verona no honra
             a Catulo, porque aquí / todo aquel de calidad 
en el tálamo dejado / entibia sus miembros fríos),
            esto, deshonra no es, / Manio, desgracia más bien.                       30
Sabrás perdonar entonces / si no te ofrendo esos dones
            que el dolor me arrebató: / es que no lo puedo hacer.
Que no tenga aquí conmigo / gran cantidad de escritura,
            consecuencia es de vivir / en Roma, mi casa es
aquella, aquella mi sede, / allá mi vida consumo,                                       35
            aquí, de muchos, me está / siguiendo un solo anaquel.
Siendo esto así, no decidas, / espero, que yo, de avaro,
            hago esto o con actitud / no bastante liberal,
porque no te di raciones / de ambas cosas que pedías:
            las mandara yo por mí / si tuviera para dar.                                      40 

No puedo callarme, diosas, / en qué materia a mí Alio
            su auxilio me dio, o también / con cuál ayuda acudió:
para que el tiempo, en su fuga, / nunca, con siglos de olvido,
            estos empeños de aquel / hunda en ciega oscuridad.
Pero lo diré a vosotras, / vosotras decidlo a muchos                                   45
            miles por siempre y haced / que hable anciano este papel,
para que en vida trascienda / en fama por todo el orbe
            y gane notoriedad / con la muerte más y más;
y que la ingrávida araña, / urdiendo su tenue tela,      
            sobre el nombre en soledad / de Alio no haga su labor.                 50 

Porque sabéis qué aflicciones / me dio Amatusia, la falsa,
            y en qué extrema condición / me hizo precipitar
entonces, cuando ardí tanto / como el volcán de Trinacria
            y el agua Malia termal / que las Termópilas dan,       
y de fundirse mis ojos / mustios en asiduo llanto                                         55
             no cesaban, y mi faz / de empaparse en lluvia atroz.
Como en la cumbre de un monte / airoso, claro prorrumpe
             un torrente de cristal / de la musgosa pared,
y, tras rodar con violencia / por la pendiente del valle,
            de un camino por mitad / cruza, de gran población,                       60
dulce alivio en la fatiga / del cansado caminante,
            cuando un ardiente calor / parte el reseco terrón;
y como al nauta, entregado / a un funesto torbellino,
            le llega el suave soplar / de ese viento bienhechor,
implorado hasta el extremo / con ruego a Pólux y Cástor:                         65
            de igual modo para mí / Alio fue una salvación.
Él un ancho territorio / me abrió, que estaba cerrado,
            una casa él me brindó, / y a mi señora también,
para que en ella gozáramos / los recíprocos amores.
            Allí, con grácil andar, / mi divina, en su esplendor,                       70
ingresó y en el gastado / umbral su planta radiante,
             afirmándose, posó, / e hizo la suela crujir. 

Así, de amor encendida, / una vez, por su marido,
             Laodamía llegó / al protesileo hogar,
iniciado en vano, cuando / sacra sangre de una víctima                           75
            aún no había puesto en paz / a la corte celestial.
Nada tan en demasía / me plazca, virgen Ramnusia,
            que lo acometa a pesar / de no quererlo algún dios.
Cuánto las aras ayunas / reclaman sangre piadosa,
            Laodamía aprendió / al perder a su varón;                                        80
del cuello del desposado / tuvo que soltarse antes
            de que el invierno, al venir / por una vez y otra vez, 
su voraz amor hubiese / satisfecho en largas noches,
            para así poder vivir, / interrumpida la unión;
que habría de terminarse / no en mucho tiempo sabían                            85
            las Parcas, si iba a pelear / él a los muros de Ilión. 

Troya, entonces, con el rapto / de Helena, había comenzado
             a convocar lo mejor / del argivo contra sí.
Troya (¡Infausta!), sepultura / común de Asia y Europa,
              Troya, aciaga destrucción / de hombres y de virtud,                     90

 que también a nuestro hermano / una muerte miserable
              le trajo. ¡Hermano, de mí / arrancado! ¡Ay de mí!
¡Ay, luz dichosa, arrancada / al hermano miserable!,
              contigo todo el hogar / nuestro enterrado quedó;       
contigo a la vez murieron / todas nuestras alegrías,                                   95
              que nutría con dulzor, / mientras vivías, tu amor.
A él ahora, tan lejos, / no entre sepulcros amigos
            ni guardado en vecindad / de ceniza familiar,
sino en Troya, en la funesta, / maldita, Troya, enterrado,
            en un remoto confín / lo retiene tierra hostil.                                   100 

Dicen que, a ella acudiendo / de todas partes, la joven
            hueste griega abandonó / los altares del hogar,
para que no prolongara / Paris, ufano del rapto
            de la adúltera, un placer / sin freno en lecho feliz. 

 

Por este suceso, entonces, / bellísima Laodamía,                                        105
            arrebatada te fue / aquella más dulce unión
que el alma y la vida. El fuego / de amor, en tal torbellino
            tragándote, te arrojó / a un abismo tan voraz
como el que –según los griegos– / cerca de Féneo deseca
            el fértil suelo al tragar / el pantano del Cilén;                                   110
lo cavó una vez -se oye–, / abriendo entrañas del monte,
            el que falsamente es / descendencia de Anfitrión,
cuando con flecha infalible / a los monstruos estinfalios
            abatió, por potestad / de un patrón a él inferior,
para que el portal del cielo / por más dioses fuese hollado,                       115
            y Hebe no hubiera de ser / de larga virginidad.           
Más hondo fue, sin embargo, / tu hondo amor que aquel abismo:
            tierna aún, te sometió / al yugo matrimonial.
Porque ni es más querido / a un padre de edad provecta
            el nieto tardío, que / su sola hija le da,                                                120
quien, finalmente obtenido / para heredar al abuelo,
            inscribe su nombre en el / escrito testamental,
y, burlando el regodeo / malvado de algún pariente,
            de la cabeza senil / expulsa al ave rapaz;
ni más, paloma ninguna, / gozó de un níveo palomo,                                125
            compañera que –según / dicen– lo fuerza a besar
mordiéndolo con su pico / sin pausa, con más lascivia
            que una mujer que se da / con desenfreno al placer.
Pero tú venciste sola / los grandes ardores de éstos,
            una vez que con amor / te uniste al rubio varón.                               130 

 

Nada o poco impar a ella / en mérito, la luz mía
            aquella vez se entregó / a mi abrazo protector;
Cupido le andaba en torno, / de aquí y de allá, insistente,
            con luminoso candor, / en su túnica azafrán.
Pero, aunque a ella no le basta / Catulo sólo, a mi dueña,                        135
             la escapada ocasional, / discreta, le aceptaré;
no seamos demasiado / molestos como los tontos.
            Juno también, la mayor / de la corte celestial,
con ira ardiente en la culpa / de su esposo se ha cocido,
            al saber tanta traición / de Jove, el omnivoraz.                                140
Pero ni es justo a los hombres / comparar con los divinos,
            . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
            la molesta gravedad / deja, de un padre senil.
Pero no fue que, entregada / a mí por diestra paterna,
            llegó ella a una mansión / fragante de asirio olor,
sino que en noche admirable / me dio furtivos regalos,                              145
            la que al marido robé / del regazo conyugal.
Por eso me es suficiente / si a mí solamente brinda
            ella el día que la más / blanca piedra ha de marcar. 

Este regalo compuesto / de canción –lo que he podido– 
            por tu infinito sostén, / Alio, va en ofrenda a ti,                                 150
para que, con sucia herrumbre, / no manchen el nombre tuyo
             este día de hoy y aquel / otro y otros que vendrán.   
A esto agregarán los dioses / cuantos puedan de los dones
            que Temis solió entregar / a los piadosos de ayer.
Seas tú feliz y sea / a un tiempo feliz tu amada                                                155
            y la casa en que gozar / pudimos mi dueña y yo;
y el que al principio nos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
            de quién por primera vez / toda mi dicha nació;
y por delante de todos / la que amo más que a mí mismo,
            mi luz, que, con su vivir, / me hace más dulce el vivir.                       160

 

 

Carmen 68

 

Quod mihi fortuna casuque oppressus acerbo
            conscriptum hoc lacrimis mittis epistolium,
naufragum ut eiectum spumantibus aequoris undis
            sublevem et a mortis limine restituam,
quem neque sancta Venus molli requiescere somno                                   5
            desertum in lecto caelibe perpetitur
nec veterum dulci scriptorum carmine Musae
            oblectant, cum mens anxia pervigilat :
id gratum est mihi, me quoniam tibi dicis amicum,
            muneraque et Musarum hinc petis et Veneris.                                  10
sed tibi ne mea sint ignota incommoda, Mani,
            neu me odisse putes hospitis officium,
accipe, quis merser fortunae fluctibus ipse,
            ne amplius a misero dona beata petas.
tempore quo primum vestis mihi tradita pura est,                                         15
            iucundum cum aetas florida ver ageret,
multa satis lusi : non est dea nescia nostri,
            quae dulcem curis miscet amaritiem.
sed totum hoc studium luctu fraterna mihi mors
            abstulit. o misero frater adempte mihi,                                                20
tu mea tu moriens fregisti commoda, frater,
            tecum una tota est nostra sepulta domus,
omnia tecum una perierunt gaudia nostra,
            quae tuus in vita dulcis alebat amor.
cuius ego interitu tota de mente fugavi                                                            25
            haec studia atque omnes delicias animi.
quare, quod scribis Veronae turpe Catullo
            esse, quod hic quisquis de meliore nota
frigida deserto tepefactet membra cubili,
            id, Mani, non est turpe, magis miserum est.                                     30
ignosces igitur si, quae mihi luctus ademit,
            haec tibi non tribuo munera, cum nequeo.
nam, quod scriptorum non magna est copia apud me,
            hoc fit, quod Romae vivimus : illa domus,
illa mihi sedes, illic mea carpitur aetas ;                                                        35
            huc una ex multis capsula me sequitur.
quod cum ita sit, nolim statuas nos mente maligna
            id facere aut animo non satis ingenuo,
quod tibi non utriusque petenti copia posta est :
            ultro ego deferrem, copia siqua foret.                                                  40 

 

Non possum reticere, deae, qua me Allius in re
            iuverit aut quantis iuverit officiis,
ne fugiens saeclis obliviscentibus aetas
            illius hoc caeca nocte tegat studium :
sed dicam vobis, vos porro dicite multis                                                          45
            milibus et facite haec carta loquatur anus.
………………………………………………………………
            notescatque magis mortuus atque magis,
nec tenuem texens sublimis aranea telam
            in deserto Alli nomine opus faciat.                                                      50
nam, mihi quam dederit duplex Amathusia curam,    
            scitis, et in quo me torruerit genere,
cum tantum arderem quantum Trinacria rupes
            lymphaque in Oetaeis Malia Thermopylis,
maesta neque assiduo tabescere lumina fletu                                               55
            cessarent tristique imbre madere genae.
qualis in aerii perlucens vertice montis
            rivus muscoso prosilit e lapide,
qui cum de prona praeceps est valle volutus,
            per medium densi transit iter populi,                                                   60
dulce viatori lasso in sudore levamen,
            cum gravis exustos aestus hiulcat agros,
ac velut in nigro iactatis turbine nautis
            lenius aspirans aura secunda venit
iam prece Pollucis, iam Castoris implorata,                                                  65
            tale fuit nobis Allius auxilium.
is clausum lato patefecit limite campum,
            isque domum nobis isque dedit dominae,
ad quam communes exerceremus amores.
            quo mea se molli candida diva pede                                                    70
intulit et trito fulgentem in limine plantam
            innixa arguta constituit solea,
coniugis ut quondam flagrans advenit amore
            Protesilaeam Laudamia domum
inceptam frustra, nondum cum sanguine sacro                                           75
            hostia caelestis pacificasset eros.
nil mihi tam valde placeat, Ramnusia virgo,
            quod temere invitis suscipiatur eris.
quam ieiuna pium desideret ara cruorem,
            docta est amisso Laudamia viro,                                                          80
coniugis ante coacta novi dimittere collum,
            quam veniens una atque altera rursus hiems
noctibus in longis avidum saturasset amorem,
            posset ut abrupto vivere coniugio,
quod scibant Parcae non longo tempore abesse,                                         85
            si miles muros isset ad Iliacos.
nam tum Helenae raptu primores Argivorum
            coeperat ad sese Troia ciere viros,
Troia (nefas!) commune sepulcrum Asiae Europaeque,
            Troia virum et virtutum omnium acerba cinis,                                 90
quaene etiam nostro letum miserabile fratri   
            attulit. ei misero frater adempte mihi,
ei misero fratri iucundum lumen ademptum,
            tecum una tota est nostra sepulta domus,
omnia tecum una perierunt gaudia nostra,                                                    95
            quae tuus in vita dulcis alebat amor.         
quem nunc tam longe non inter nota sepulcra
            nec prope cognatos compositum cineres,
sed Troia obscena, Troia infelice sepultum
            detinet extremo terra aliena solo.                                                         100
ad quam tum properans fertur <lecta> undique pubes
            Graeca penetralis deseruisse focos,
ne Paris abducta gavisus libera moecha
            otia pacato degeret in thalamo.
quo tibi tum casu pulcerrima Laudamia,                                                       105
            ereptum est vita dulcius atque anima
coniugium : tanto te absorbens vertice amoris
            aestus in abruptum detulerat barathrum,
quale ferunt Grai Pheneum prope Cylleneum
            siccare emulsa pingue palude solum,                                                 110
quod quondam caesis montis fodisse medullis
            audit falsiparens Amphitryoniades,
tempore quo certa Stymphalia monstra sagitta
            perculit imperio deterioris eri,
pluribus ut caeli tereretur ianua divis,                                                             115
            Hebe nec longa virginitate foret.
sed tuus altus amor barathro fuit altior illo,
            qui tamen indomitam ferre iugum docuit.
nam nec tam carum confecto aetate parenti
            una caput seri nata nepotis alit,                                                           120
qui cum divitiis vix tandem inventus avitis    
            nomen testatas intulit in tabulas,
impia derisi gentilis gaudia tollens
            suscitat a cano volturium capiti :
nec tantum niveo gavisa est ulla columbo                                                      125
            compar, quae multo dicitur improbius
oscula mordenti semper decerpere rostro,
            quam quae praecipue multivola est mulier.
sed tu horum magnos vicisti sola furores,
            ut semel es flavo conciliata viro.                                                           130
aut nihil aut paulo cui tum concedere digna   
            lux mea se nostrum contulit in gremium,
quam circumcursans hinc illinc saepe Cupido
            fulgebat crocina candidus in tunica.
quae tamen etsi uno non est contenta Catullo,                                             135
            rara verecundae furta feremus erae,           
ne nimium simus stultorum more molesti.
            saepe etiam Iuno, maxima caelicolum,
coniugis in culpa flagrantem concoquit iram,
            zatqui nec divis homines componier aequum est,
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            ingratum tremuli tolle parentis onus.
nec tamen illa mihi dextra deducta paterna
            fragrantem Assyrio venit odore domum,
sed furtiva dedit mira munuscula nocte,                                                           145
            ipsius ex ipso dempta viri gremio.
quare illud satis est, si nobis is datur unis
            quem lapide illa dies candidiore notat. 

hoc tibi, quod potui, confectum carmine munus        
            pro multis, Alli, redditur officiis,                                                             150
ne vestrum scabra tangat rubigine nomen
            haec atque illa dies atque alia atque alia.
huc addent divi quam plurima, quae Themis olim
            antiquis solita est munera ferre piis.
sitis felices et tu simul et tua vita,                                                                         155
            et domus <ipsa> in qua lusimus et domina,
et qui principio nobis + terram dedit aufert +
            a quo sunt primo omnia nata bona,
et longe ante omnes mihi quae me carior ipso est,
            lux mea, qua viva vivere dulce mihi est.                                                 160