Máquina de trinar

Walter Cassara [1]

                                                                                                      

                                                                             Breve pertugio dentro da la muda Inferno, XXXIII, 22

 

 …

medianoche
olor de tormenta en el aire

el pasto recién cortado
segrega un jugo verde

confunde el grito de los pájaros
un convoy de hormigas se lleva mi casa

apago la lámpara y camino
callado el campo
una voz nueva puede
quiere
sucumbir a su catástrofe

 

en el cuarto no hay nada
salvo una cama ligeramente en declive
un interruptor de luz que rara vez funciona
mesa
       papeles
                libros amontonados en el piso
                                               aquí estamos
                                               desde siempre
el niño que fui y el que soy
y el rezo algo roedor
de un grillo encerrado en el ropero

 

 …

tan cerca
aventurándome en el sueño
vuelvo a encontrarte
                 pájaro de hojalata
escarabajo alcalino

pocos habrán sorteado la tormenta
sin perder el rumbo
pocos
puestos a elegir
confiarían tanto en su sino
y arrojarían todo por la borda

 

toda la noche
tus ojos abiertos
son dos antorchas severas
que guardan mi morir

antorchas
             segures
tu dolor no perdona
y se hace uno con mi cuerpo

puedo sentirlo
palparlo en mis entrañas
vengo de tu dolor
y hacia él me vuelvo
cada vez más liviano
cada vez más niño

 

debajo de la mesa
en el punto más bajo
debajo de la pata de la mesa
en el punto sin perspectiva

la criatura juega
los dioses permanecen mudos
las cosas
puestas al revés
imantadas hacia un centro
balbucen su callada
bitácora entre sismos

 

la palabra soñada
aquello que se dijo y no
          se entredijo
no pudo desdecirse
no entró en los márgenes
ni en loco
    en cuerdo decir pudo
de ningún modo decirse

entre sirtes
         sueños
            turbulencias
fecundando todo lo otro
apenas desplegados los labios
con un dejo gentil y maligno

 

conozco esa música
su tela de araña ensayada mil veces
y vuelta a desmantelar
en ella todo lo que se entreteje
tiene su gemelo en la destrucción

trinar es triturar
un boceto es destino

y lo que una vez creí truncado
aún roto para siempre
alumbra en la boca

 

para llegar a lo que amo
odiar lo que odio
tracé estas palabras sobre el muro
como un prisionero juega su pasaje a la luz

hendí un túnel en la grieta
sin más arneses que una faca
más herramientas que las manos

centímetro a centímetro
y piedra contra piedra

 

si pudiera decir qué
quién soy
contra el tiempo erigir una imagen y no
estos pasos blandos de luz sobre la arena

pero no sé quién soy
y caminar dormido
agrillado en sueños por la orilla
es todo el ardid que tengo

 

al fin soy yo mismo
tal cual fui soñado
y oscuros demiurgos me hicieron
aquí yacen
gastadas apariencias
cenizas en un ático
sirgando sobre las aguas quietas del Leteo
sin importar quién era más quimérico
el niño que formulaba las preguntas imposibles
o el adulto que intentaba responderlas

 

nada más cuente dijiste
para quien oye llover
como el agua marca las paredes
como alguien arrastra un piano
contra la corriente
así de incurable y torpe
cada tanto vuelve nuestro amor

 

pero queda algo todavía por decir
siempre queda algo
algún pertrecho

un último detritus en la tinta
algún pájaro que allí rehila

ciertas imágenes que adoro y no conozco

 

de otra vida estas nubes
esta quietud la flema
de estos pájaros encontrados
en no sé qué voltaje de silencio
                                     a qué altura
qué febrícula de este marzo
casi verdadero

otra pieza de amor inconclusa
el decir batido en el existir

canto
            canto
alcohol inocuo
                         símil de otra sed

 

Notas al pie    (>> volver al texto)
  1. Walter Cassara (Buenos Aires, 1971). En narrativa publicó: La luna alrededor de su cuello y Rígida nieve. En poesía: Juegos Apolíneos y El paseo del ciclista. Los poemas que aquí se publican pertenecen a un libro en proceso. >>